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Carta a mi mismo

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Hola Cesar, ¿Cómo estás? Soy yo, o sea tú, pero con unos cuantos meses de diferencia. En primer lugar permíteme abrazarte. Es muy cliché decir “todo va a estar bien”, pero hoy te digo con total confianza que va a ser así aún cuando creas que en este instante nada tiene solución o veas siquiera el más mínimo indicio de que pueda ser así. Sé que duele mucho esas decepciones con esa persona, que te carcome la vergüenza por haber cometido tantos errores, que no es fácil iniciar esa conversación con tu familia y amigos, que esa idea de "solución" aborda cada vez más y más espacio en tu cabeza, pero lo que más te lastima es la decepción contigo mismo y con la que has generado a tu alrededor. Sin embargo, te informo que esa persona por fin la dejarás ir (principalmente porque nunca quiso y estuvo), tú mismo seguirás adelante y tu familia, a pesar de tener esa manera tan “peculiar” de afrontar los problemas, estará contigo y te apoyará. Recuerda, no estás solo. Eso que sientes ahorit

Razones

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"El Sueño de la razón produce monstruos" Caprichos, Francisco de Goya. La razón dormida PRIMERA RAZÓN Aquella noche acababa de tener un mal día en absolutamente todo lo realizado. Sin planes y sin querer llegar a casa, mi amigo me invita a dar una vuelta por su auto para conversar y disipar la mente. Al darme cuenta, no solamente pasé por la casa de ella, sino por aquel café en dónde me enseñó a comer crepés y a beber el café sin azúcar. Recuerdo aquella tarde en donde producto del sabor intenso de los arándanos tomé más agua que de costumbre y ella soltó varias carcajadas al ver mis expresiones por no poder soportar el sabor ácido. Aquel detalle de la mesa de madera con toques rústicos, pero sutilmente adornada, la carta colorida que hizo para sorprenderme, su letra fina y detallada, el minúsculo y el particular florero que separaba nuestras coloridas tazas de café terminaban de adornar la escena. Recuerdo todo, hasta la música, pero por alguna extraña razón, solo veo su gab

Carta a Lucila

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Estimada Lucila: ¿Recuerdas aquella conversación en la playa en esa fría noche? ¿Aquella en dónde arruinaste tus zapatos y me prometiste tejerme una chalina que al final no la hiciste, pero me la terminaste comprando junto con una chompa roja?. Si, fue aquella en dónde quise enseñarte a lanzar piedras mientras nos contábamos como eran nuestros días en aquel entonces. En dónde por primera vez nos dimos un abrazo y en dónde, a pesar de haber hablado tanto por tantos años, pudimos tener una conversación real, única y agradable que fue lo suficientemente terapéutica para continuar con nuestro día a día. Te menciono esto porque en estos momentos estoy sentado aquí mismo y veo parte del paisaje con ya algunos años de más y muchas cosas resueltas, pero otras más por resolver. Aún así, te permito estar a mi lado en la forma de estas palabras. Recuerdo como fue la primera vez que fui a tu casa, como mi sorpresa de llegar a una zona totalmente inexplorada por mi entonces limitado conocimiento de

¡Corre César, corre!

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Cada pisada va acompañada de una inhalación y exhalación. El inclemente sol veraniego es testigo de ese momento de libertad que se logra al ir avanzando poco a poco. Aquellas personas que van a los costados, las bicicletas estacionadas, los que toman agua, los perros que descansan junto a sus dueños y los que hacen ejercicio alrededor de mancuernas, pesas y demás artículos de gimnasio en un gran parque, complementan la imagen del correr por la mañana mientras suena mi canción preferida en los auriculares. El correr desde hace unos días me ha dado ese despeje necesario para poder olvidarme de todo por un instante. No miento que al comienzo me costó muchísimo. Es más, si bien anteriormente ya había hecho jornadas de ejercicios, el correr implica en cierta forma mayor concentración. La primera vez que lo hice no sentía responsabilidades, limites, sensaciones negativas sino una explosión de libertad dentro de mí. Lamentablemente, esto también iba acompañado a que algunas horas después n

Influencia

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¿Es bueno volver a dónde uno fue feliz? Los más optimistas dirían un "si" casi de inmediato; sin embargo, yo me animaría a decir que "no necesariamente". El tiempo es quien ha hecho que cambie de perspectiva y que pase de la primera a la segunda respuesta al tomarme un segundo más en responder y recordar, en aquel corto lapso, cosas que no deseo que regresen o volver a lugares que hoy no aportarían mucho. Recuerdo, por ejemplo, aquel bar del centro de Lima en los últimos pisos de un edificio con arquitectura colonial y de un ascensor más que peligroso. Hubo jornadas dignas de una cobertura periodística adornadas con alcohol (medianamente controlado), pero también de música, muchísima música que hizo que cada día que iba sea diferente al apreciar no solo nuevas personas, sino nuevos sonidos que ampliaban mí siempre curioso gusto musical. Conforme fueron pasando los meses, aquellas canciones nuevas ya eran cada vez más conocidas, los nuevos rostros ya eran los de siem