Sempiterno
Debería empezar este texto mencionando el inicio de su vida, el largo camino que vivío de adulta, las batallas ganadas y perdidas o de su enigmática fácilidad de generar sonrísas, pero creo que quedaría corto. Las palabras más rimbombantes adornarían un texto hermoso en honor a su belleza y a la calma que transmitían sus ojos negros, pequeños y achinados. No, no empezaré este texto con ello. Debería haber algo más, algo que haga honor a su memoria en estas líneas. Probablemente hable de que cuando era niño, ella transformaba el escuchar aquel incómodo apodo familiar que se me asignó a algo no tan desagradable. Cuando salían aquellas 8 letras de su boca siempre se sentía un calor incomparable. Eso si, no niego que mis otros abuelos al hacerlo no hayan demostrado enérgica simpatía y cariño hacía mi, pero era la forma en la que lo decía que cuando recuerdo ese apodo la primera imagen que me sale es su rostro pronunciándolo mientras se sentaba en el lado izquierdo del mueble de la sala de