CAPITULO V: Mentiras

Sin darse cuenta, dos meses habían pasado desde aquella situación de melancólico desahogo por parte de Anthony en su departamento. Las salidas entre Melissa y Ramiro eran constantes y las invitaciónes ya no necesitaban de una ceremonia previa : se llamaban, quedaban, iban, se divertían y ya. Aún así,  Ramiro no se había dado cuenta que sus constantes dudas habían alejado a Melissa un poco y esta, a espaldas del buen Ramiro, había entablado nuevamente comunicación con Javier, su ex enamorado de 3 años. Ramiro era consiente de todo eso, pero nunca se animó a decir algo. Por alguna extraña razón, fue condescendiente y esperaba que Melissa se lo contase. Ella no lo hizo.

Anthony ya sabía como disimular su odio hacia Giannina, por lo que simplemente evitaba hablar de ella y seguir con su vida. Iba la universidad, conversaba con sus amigos, leía en la biblioteca y, sin darse cuenta, había encontrado refugio en aquellos libros de administración que habían sido una tortura para él desde que se inició el ciclo.

Por mi parte, las cosas no habían cambiado mucho. Si bien había tenido una excelente noche con Lizbeth aquella vez, nunca más decidimos volverlo a hacer, por lo que las risas y la esperanza de un "tal vez" se perdió con los reportes, facturas y demás quehaceres diarios en la oficina añadidas a otras responsabilidades como estudios y  nuestra vida personal. Simplemente dejamos las cosas ahí.

Un viernes, aturdido por sus dudas pero decidido a calmarse y pensar en otras cosas, Anthony decidió proponernos a salir a tomar el sábado y perdernos en nuestra soltería para ir a algún bar a conquistar a ebrias y calenturientas chiquillas listas para el desahogo de penas. Yo, como la mayoría de veces, acepté sin pensarlo mucho ya que no tenía nada que perder; sin embargo, Ramiro analizó el detalle en como decirle a Melissa que "iría a una reunión familiar y que ese día "no podría acompañarla". Como es de costumbre, esa frase dio frutos.

El frío del Agosto Limeño, muy característico por su noche húmeda y garúa incesante testigo de varias historias, avigoraba una noche prometedora para los tres, quienes al entrar a aquel bar barranquino y al escuchar el sonido de "El genio del Dub" de los Fabulosos Cadillacs,  decidimos cruzar todo el local entre las risas escandalosas, el humo del cigarro, el olor a hierba quemada y alcohol combinado con ginger buscando la barra, la cual estaba iluminada solo por unos cuantos carteles de cerveza y luces rojisas. Anthony, optimista y emocionado organizador de la reunión, decidió iniciar el festín y pronunció sin mucho preámbulo y de manera algo egocéntrica hacia el barman la famosa frase: "Broder, dame tres chelas". El barman, totalmente acostumbrado a modos poco inteligentes de pedir las cosas, dejó las tres pequeñas botellas en frente de nosotros no sin antes mirarnos con cara poco amigable. Ya establecidos en el barra y después del "salud" respectivo, hubieron las sonrisas cómplice que significa "libertad". Iniciaba así la cacería buscando entre la masa alguna mirada receptora de alguna fémina.

Al llegar a aquel bar, tuvimos mucha suerte ya que Anthony encontró a Pia, una amiga de un amigo que si bien ya estaba algo pasada de copas, se notó su amabilidad de integrarnos a su grupo conformado por otras dos chicas igual de sonrientes y agradables. Aún así, pasamos por el típico ritual de presentación de jóvenes desconocidos, dando luces de que uno tiene una actitud inteligente, sofisticada y misteriosa. Los tres saludamos a todas las chicas con ligera pose de galantería e indiferencia ya que eso es lo que todo hombre  desea mostrar a una chica que le parece atractiva al decir "hola". En cierto modo, este acto es una manera de inducirles que "me pareces linda, pero yo no te voy a rogar"  y esta sería la estrategia de la noche. En conclusión, se apeló al único e infalible truco para conquistar a toda mujer: Ignorarla. De una u otra forma, bailamos entre todos, pero fue Pia quien ya había analizado a su victima apenas llegó: el buen Ramiro.

-¿Tienes un cigarro?. Preguntó Pia mientras se tiraba el pelo hacia el lado izquierdo.
- Si, aquí tengo un par, pero acá no permiten fumar. ¿Vamos afuera?. El buen Ramiro, producto del alcohol, entendió el coqueteo indiscreto de Pia.

Al cruzar aquella puerta y caminar hacia aquella calle barranquina de la espalda, no pasó mucho tiempo para que ambos se apoyen en la pared y dejen que sus deseos maliciosos, ayudados por el alcohol, se manifiesten impúdicamente. Ramiro no quería perder tiempo, así que apretaba los muslos de Pia con intensidad mientras se meneaba intencionalmente para avivar más el momento. Pía no se quedaba atrás y abrazaba del cuello a Ramiro haciéndolo que este le bese su cuello cual vampiro sanguinario. Ambos, invadidos por el deseo, decidieron que ese momento debía prolongarse y dejar que "todo tenga un final". Esa fue la frase que le dijo Pía en forma de jadeos a Ramiro mientras este manifestaba su libido.

Ambos regresaron al bar, tomaron solo un poco de alcohol con todos nosotros y decidieron fomentar el cansancio en todos de tal manera que nos vayamos y ellos puedan continuar su asignatura pendiente. En medio de la madrugada limeña y de que algunas personas en ese bar ya estaban más que ebrias, todos decidimos irnos. Aún así, todos sabíamos que ellos se traían algo entre manos por lo que no quisimos estorbar.

Ya con todos nosotros lejos de su alcance, Ramiro decidió llevar a Pía a un hotel que el conocía en Miraflores. Decidieron bajarse unas cuadras antes para llegar caminando y no hacer tan notoria la entrada en caso de que caminara alguien conocido por la zona. Entre cada esquina y esquina habían toqueteos y besos apasionados. Ramiro indicó en donde era, Pía aceleró un poco el paso y tiro ligeramente el cabello hacia adelante mientras entraba. Ramiro miró a los costados y camino detrás de ella. Ya adentro, pasó lo que tuvo que pasar.

Ramiro estaba echado mirando el techo sin terminar de creer lo que había hecho. Pía decidió dormir un rato.

- El chilcano me da sueño, estoy cansada. Me avisas cuando amanece.

Ramiro asentó la cabeza, se tapo con el cubrecama hasta la altura del pecho y dejo los brazos afuera. Miró al techo y empezó a pensar en lo que había sucedido, en los momentos apasionados, lo que le gusto, lo que aprendió, lo que pudo mejorar y volver a hacer. Sin embargo, fue momentos después en que realmente pensó en lo que hizo y solo se le vino una palabra en la cabeza:
- ¡Melissa!
Ramiro acababa de descubrir que por más santo, fiel y haberse declarado públicamente enemigo de las infidelidades, había cometido una de la forma más asquerosa, mañosa, estúpida y descerebrada posible. Sentía que no sabría como volver a ver a Melissa a los ojos, como saludarla, como caminar por esa misma calle sabiendo que ahí fue en donde besó, abrazo y embistió a una chica con sus manos ensuciadas de pasión alcoholizada.

Amaneció y el día estaba más azul que claro. Ramiro no durmió y se le notaba asustado. Miraba fijamente el techo. Pía se despertó y le dio un beso en la mejilla dándole los buenos días. Se empezó a cambiar.

- Mira, primero saldremos rápido y caminamos hasta Larco. A esta hora hay pocos carros por esa tontería de la alcaldesa y sus bicicletitas. Si quieres comemos algo, nosé...

Las palabras de Pía parecían no inmutar a un impávido Ramiro que solo atinaba a ajustar sus zapatos para poder caminar a lo largo de aquel piso adornado por envolturas de preservativos y unas cuantas latas de cerveza.

-¿Oye!, ¿vamos o no?. Dijo Pía totalmente apurada.
- Sí... claro... es que....no sé...

Pía lo miró, sonrió, hizo un gesto de burla en el que se agarra la frente, luego se acomoda su larga cabellera hacia un lado y mira sonriente al objeto de burla que en este caso es Ramiro.

- Puta madre... ¿tienes flaca no huevón?

Ramiro, inocente al borde de lo estúpido, dijo con voz entrecortada:

-Sí... discúlpame... Es que... tú sabes....

Pía se empezó a reír de manera escandalosa por lo que Ramiro se asustó más y temía que la gente de los cuartos vecinos se despertasen.

-Oye... esto fue solo de una noche. No te traumes. Son cosas que pasan. Te entiendo flaco... relájate.  

Pía se le acercó y le cogió el rostro con las dos manos mirándolo tiernamente logrando que Ramiro sonriera y se calme. Minutos después, caminaron hacia Larco. En aquella caminata en donde ambos decidieron tomar el camino más largo, Ramiro se dio cuenta que Pía era solo una chica más y que, tal vez, lo que le dijo en el cuarto era totalmente cierto. Al fin al cabo, sus sentimientos hacia Melissa estaban intactos y todo lo de anoche estaba pasando al olvido. Ya casi a la altura de un restaurante de comida oriental, Pía decidió que tomaría un taxi y se iría a dormir a casa. Ramiro la acompañó, le abrió la puerta del mismo dejando en claro que podía ser muy caballeroso y  fue entonces en que ella lo abrazó muy fuerte, tomo sus mejillas con las manos y le dió un beso en la mejilla para luego susurrarle algo en el oído:

-Yo también tengo flaco. Somos un par de pecadores, mas no cojudos.

Sonrió, gesticuló el adiós con la mano solo moviendo los dedos y subió al taxi, el cual avanzó raudamente. Ramiro quedó ahí, parado en una esquina a solo unas cuadras de la bajada Balta que lo llevarían al mar. Necesitaba pensar, calmarse. Había descubierto que las mujeres podían ser tan infieles que los hombres y que ellas podían ocultarlo mucho mejor. Se sentía estúpido, usado, sucio y enfermo. Sumergido en confusiones que su pobre organismo, todavía contaminado con chilcanos y tragos de barman, no podían comprender.

Llegó a casa, su madre lo saludo pidiéndole explicaciones de el porqué su tardanza. Ramiro solo caminó hacia su cuarto. Se echó boca abajo en su cama y miraba de reojo aquella foto que se tomó con Melissa en Paracas y que adornaba su velador.

Sonó su celular como si un trueno hubiese impactado en su cabeza. Abrió los ojos y miró que quien llamaba era Melissa.

- Hola amor. Dijo Melissa al saludar como siempre lo hacía.
- Hooola... Dijo un Ramiro nervioso y todavía cansado.
- ¿Qué tal ayer la reunión familiar?

¡Puta madre! -pensó Ramiro - O ya se enteró o realmente es un ángel y confía en mi. Seguro alguien me vio. Carajo debí llevármela lejos, a Huachipa o por San Germán. Seguro fue el maricón de César, ese enano diabólico le dijo, es más que fijo.

Mientras pensaba eso, Ramiro intentaba calmarse mirando la foto del velador de tal manera que no se sintiese culpable.

- Bueno... la verdad estuvo algo aburrido, pero con unos primas decidimos salir a tomar algo y ahí nos animamos un poco. Algo tranqui nomas.
- Ahh - dijo Melissa-  Si pues, Johana, la chica que estudiaba conmigo Ingles, me dijo que te pareció ver ayer sentado en una barra con tres chicas y otros dos tipos más...
- Ah claro, mis primas y sus enamorados. Relajado todo...
- Ah... que bueno mi amor. Me han dicho que hay una película muy buena y recién la estrenaron el jueves. ¿Vamos a verla?.
- Claro. Pero que sea  eso de las 7:00 PM. La verdad que quiero comer algo antes de ir.
- Listo te espero a esa hora. Besos.
- Ya, Ok. Besos también, Chau...

Ramiro acababa de maniobrar una mentira con ciertos hechos reales camuflando y justificando muy bien cada una de sus acciones. Sentía que el ir al cine era su deber, aún cuando estaba muy cansado.

Al encontrarse ya en el cine, Melissa lo saludó con normalidad, no le preguntó nada de lo de anoche y Ramiro evitó tocar el tema. Se seguían divirtiendo y entraron a la sala a relajarse. Fue en ese momento que Ramiro pensó en un "debut y despedida" ya que no quería seguir pasando esas cosas y mentirle de esa forma tan cruel y despiadada a Melissa quien no se merecía nada de ello.

Melissa se recostó en su hombro, él la abrazó y empezaron a ver la película de manera tranquila. Ramiro había encontrado, de alguna forma, la tranquilidad que le había sido esquiva desde hace unas horas. Sin razón alguna, miró al costado y fue entonces en que el susto y desconcierto lo invadió. Estaba Pía con su enamorado. Ella lo vio y gesticuló un "hola" mientras lo miraba, Ramiro sonrió muy nervioso correspondiendole el saludo.

- ¿ Y esa que te mira?. Dijo Melissa muy seria.
- Ni idea, fácil me está confundiendo con un amigo. Dijo rapidamente Ramiro.
- Que no se confunda mucho...
- Jajaja, ya déjalo y miremos la película.

Melissa se recostó nuevamente sonriente y más calmada. Ramiro fingió tranquilidad y fue entonces en que se dio cuenta que el único momento digno de una película, era lo que le estaba pasando.

Cambio y Fuera.


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