¿Bailamos?

Mi relación con el baile empezó a los 8 años: era la actuación del día de la madre y a mi profesora no se le ocurrió mejor idea que sacar armar como pareja al pequeño con cara de viejo (yo) con la morenita del salón la canción archiconocida de Proyecto Uno  llamada "El tiburón" (si, esa en la que cantan "no pare sigue sigue"). El resultado: un espectáculo curioso que todos los profesores y alumnado querían que se repita en todas las actuaciones habidas y por haber. A pesar de mi cortísima edad y debido a la constante mención de dicho acto en toda reunión familiar, decidí no bailar jamas. Repito, tenía 8 años.

Y así pasaron los años de la primaria escolar, entre pichangas de educación física, tareas de geografía y una habilidad para escribirles a mis amigos sus cartas de amor para sus "musas" (recibía buen dinero por todo ello) hasta que llegaron los "quinceañeros" y el negocio se me fue al carajo ya que todos usaban una pieza de baile para acercarse y hacer todo más directo. Aparte de ello, en los primeros dos quinceañeros, mi habilidad para el baile era limitada y muy rústica. Además, hay que añadir que los bailes de moda en aquel entonces era el ritmo "Axe" y terminaba en medio de la pista sólo moviendo los brazos y cantando mal la letra como por ejemplo: "Beso en la boca es cosa del pasado, la moda ahora es clavarte al pelado". Totalmente ridículo.

Decidido a limpiar mi imagen adolescente y a no perder mi negocio de escritor de tonterías, empecé a bailar más seguido e incluso logré aprenderme las tan jodidas coreografías impuestas por aquellos brasileños con pinta de profesores del Gold's Gym. Hasta ahí todo estaba bacán... hasta que se les ocurrió a todos empezar a bailar salsa.

Si había sido jodido una vez por aquellos Max Steel cariocas, ahora era el turno de muchachos con "timba" y movimientos rápidos en los pies que me dejaban aturdido. Aclaro que no hacía el ridículo bailando salsa (hasta ahora... creo), pero obviamente mi nivel era muy limitado e inferior al de los demás. Así que decidí, otra vez, aprender a bailar salsa.

Pero la tercera es la vencida, y ahora el ritmo cambió y tuve que aprender, aún en contra de mi decencia y mis gustos musicales, a bailar reggeton. Fue muy fácil aprender a bailarlo: netamente consiste en puntear a la fémina en un vaivén casi pausado mientras ella se acomoda el cabello cada 2 minutos. Ojo, no llegué a extremos, pero netamente el baile  (por muy discreto que intentases ser) era ese.  Lo curioso era que mientras sonaban cosas como "Dios los bendigaaaaa" (Y perreabas "bendecido") seguido del beat "tu cutu bum, cu tucu bum"; dentro de mi decía frases como " Perdóname John (Lennon) porque no sé lo que hago".

Felizmente, la adolescencia terminó hace mucho y los bailes en fiestas se hicieron más normales. Si bien ahora tengo que bailar salsa, reggeton, merengue, morenada, etc; la cosa no es tanto demostrar que puedes bailar o que eres el Jhon Travolta de la noche; sino divertirse, reírse y hacer todo más entretenido.

Termino este post confesando que el baile aún sigue siendo algo resistido en mi ser y que necesito algo de práctica "para aflojar las bisagras". Aún así, no me quejo de mis limitados y reservados movimientos de caderas y hombros, pero me gustaría saber más. Tal vez, algún día, pueda moverme como Mick Jagger.

Cambio y Fuera.

Canción: A Town Called Malice
Intérprete: The Jam
Escena de la película Billy Elliot