Oportunidades






El buen Ricardo se despertaba aquel Lunes con la mala sensación de saber que tenía que regresar a otra semana más de su tediosa vida laboral en la oficina. En una mesa apreciaba su billetera, el blackberry entregado por la empresa para que sea prisionero de los interminables correos de "coordinación urgente". Sus  sandalias estaban al lado derecho de su cama en posición firme, como esperando a que él se las ponga. Tenía la manía de dejar todo simétricamente preparado para poder aprovechar al máximo su tiempo al alistarse antes de ir al trabajo. Miró hacia la puerta del baño y se acercó al espejo; prendió la luz para poder apreciar si poseía alguna nueva cana en su caballera. Aquellos 38 años ya no habían pasado en vano y si bien había  conseguido la satisfacción material que le permitía estar tranquilo; su vida personal se reducía  a fines de semana en aburridas y plásticas charlas de vino con un grupo de inversionistas Ecuatorianos.

Al terminar de alistarse, cogió las llaves de aquel Wolswagen escarabajo color azul marino que era su más preciado amigo. Decidió, por alguna extraña razón, cambiar su habitual ruta para ir al trabajo que pasaba por el inclemente trafico de San Isidro hasta llegar al ovalo de Miraflores. Al fin al cabo, si bien demoraría un poco en llegar a su oficina, podría visualizar aquel comportamiento que adopta la gente cuando sale raudamente a sus centro de trabajo. Si bien el apreciaba eso, había perdido algo de noción de lo que es el estar dentro de toda esa masa de gente y ser uno más. Así que decidió colgar las llaves de su automóvil  y tomar un bus hacia el trabajo.

Se sentía perdido, a pesar de conocer muy bien todas las calles. Estaba perdido pero no a causa de que le causara desconcierto el pasar por aquellos lugares a pie, sino a causa de como las personas se movían rápidamente y se empujaban entre si para subir al bus. Decidió subir al Metropolitano en la estación Aramburú. Previo acto de una noble señora quien, al ver a aquel jovén con cierto desconcierto al entrar a la estación, decidió prestarle su tarjeta para que pase a cambio de que el abone su pasaje.

Al entrar a la estación pudo ver entre la gente a una delgada chica de hermozo rostro que no usaba mucho maquillaje. Tenía unas zapatos de taco algo alto color negro, un jean azul que le quedaba ceñido pero no llamaba la atención porque esta no poseía una figura voluptuosa; usaba una blusa color negra y una pequeña chompa del mismo color. Su largo cabello castaño con pequeños rayos de color claro hacían que esta se vea natural, sencilla. Su peinado no era moderno, tampoco era atemporal, era el clásico peinado "raya al medio" que hacía que uno que otro mechón rebelde se pierda entre sus dedos y manos al intentar acomodárselos cual simétrica bondad de la naturaleza que hacían que su rostro descubierto iluminara más el día. Producto del movimiento que dio para buscar algo en su cartera, aquella chica era una antiquísima amiga de colegio que, si bien estuvo un grado mayor que él, sus edades eran las mismas.

- ¿Silvana?
- ¡Richi!, ¡Por Dios, que sorpresa!. Tantos años sin vernos, ¿Cómo has estado?
- Bien, aquí... 

Pensó en lo que iba a decir, sabía que si le decía que iría al trabajo ellos simplemente conversarían como máximo unos minutos, se darían sus números, tal vez un intercambio de sus perfiles de una gran red social para mantenerse en contacto y luego jamás hablarían. 

- Bueno, estoy... de día libre. Mintió apresurado Ricardo.
- ¿Día Libre con camisa y corbata?. Pregunta de manera irónica y extraña Silvana.
- Si... lo que pasa es que... me había olvidado que estaba de vacaciones y me vestí como si fuese a trabajar.
- Jajaja.. ¡Ay, ricardo!, Sigues tan olvidadizo y distraído como siempre. Sin olvidar tu torpe manera de mentir.

Aquella sonrisa que dio Silvana al decir esa última frase, hizo que Ricardo le responda con otra sonrisa y le invite a tomar algo. Ella salía a entregar un documento en una conocida empresa de seguros, por lo que el buen Ricardo decidió acompañarla y  tomar el café pactado.

Luego de unas horas, el desayuno se volvió almuerzo y las frases de "te dejo en el siguiente paradero" se volvieron largas caminatas adornadas de sonrisas y experiencias colegiales. En aquel entonces, Ricardo estaba perdidamente enamorado de Silvana, pero fue aquel caracter timorato y propio de un chico demasiado tímido que nunca pudo decirle algo. Ella estaba de licencia y tenía una hija de quien hablaba mucho; eso si, del padre de la pequeña no quiso decir ni una sola palabra. Ese momento hizo que Ricardo ya no pregunte más de su vida amorosa y que la tertulia sea solo de bromas, recuerdos, experiencias, proyectos y demás.

Al llegar las 3:00 PM, Silvana comentó que finalmente se iría. Ricardo la abrazó, intercambiaron los perfiles de la red social y ella tomó un taxi rumbo a algún lugar que no terminó de contar. Ricardo levantó el brazo al ver como el taxi se alejaba, pensó en que tal vez su vida había dado un giro y que aveces las cosas simples aparecen cuando uno menos se lo espera.

Llegó a casa a las 5:00 PM. Decidió regresar caminando y pensando en aquella mañana pintoresca al lado de Silvana. Se preguntó como hubiese sido si vencía su temor adolescente y le decía para ser enamorados. Miles de ideas, sueños y cosas pasaron por la relajada y pensativa cabeza de él mientras se ponía ropa más ligera y revisar algunos correos de su trabajo al cual había abandonado por un día para simplemente sonreír como hace mucho no lo hacía.

Antes de dormir, Ricardo decidió entrar a ver el perfil de Silvana. Se dio cuenta que ella no le daba mucho uso y que solo colgaba fotos de ella y sus interminables viajes, las fotos de su pequeña hija y sus travesuras y una que otra foto  en donde ella aparecía sonriente en un bar al lado de amigas. Al darse cuenta, ella había publicado en su muro la siguiente frase.

"Día genial, jamás olvidaré lo de hoy"

Esto captó la atención de Ricardo, fue entonces que decidió ver los comentarios de los amigos de Silvana a fin de poder entender que había sucedido. Todos estos trataban de felicidad absoluta y otros de curiosidad por saber a que se refería Silvana al poner eso. De pronto, apareció ella comentando y sentenciando el día de Ricardo.

"Chicos, gracias por sus comentarios. Estoy muy emocionada.  No tengo mucho que decir, solo que... ¡me pesa mucho mi mano!. Chauuu!".

Ricardo se quedó estupefacto, frío, ido. La chica que le alegraba la vida en silencio en la secundaria, que era la más linda pero no lo sabía, la que le había hecho que no vaya al trabajo un día para volver a sonreír  estaba por casarse y no había marcha atrás.

Apagó la laptop, dio un irónico "me gusta" a la publicación y decidió irse a dormir con una gran sonrisa en el rostro y con la tranquilidad que el día en que decidió escaparse de su aburrida rutina había sido totalmente productivo. Había descubierto otra oportunidad de felicidad perdida y eso, aún cuando algunos llamen "fracaso" el no llegar a un objetivo , hizo que él analice su entorno, aprecie lo que tiene y que, cuando aparezcan las oportunidades, estas se aprovechen mientras duren.

Menos pasado, más presente para un mejor futuro. Toma tu oportunidad.

Cambio y fuera.


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