Lo que construimos
Fernando cierra la maleta habiendo acomodado la última prenda que encontró en el cajón. Silvana estaba parada mirándolo fijamente mientras se apoyaba en el marco de la puerta. Su cigarrillo se consumía poco a poco así como un gran nudo se creaba en su garganta el cual era disimulado con una mirada perdida llena de desesperanza acompañada del gran sonido del silencio.
En la cocina hay platos servidos pero la comida está sin terminar. Una copa de vino esta tirada encima de un plato y el contenido de este adorna el panorama. Cada gota del líquido que cae al piso está al son de los segundos que se consumen cada vez más y más lento. En el lavadero se encuentran dos tazas de café sucias. Una hornilla prendida de la cocina que calienta el agua en una tetera que ya no suena porque el agua está casi consumida.
Ya es de noche en la ciudad y se escuchan el pasar de los carros ya no con tanto apuro. Pasan suaves y con calma antes de entrar a la cochera. Se escuchan voces de niños que están de regreso a casa y en sus conversaciones se descifra que tuvieron un partido muy difícil.
Fernando mira a Silvana pero sus ojos no pueden hacerlo fijamente. Ella, callada y seria, suelta una lágrima mientras ve a otro lado formándose un puchero lleno de rabia en su rostro. Él sigue mirando al piso teniendo la maleta en su mano apretándola muy fuerte.
Silvana baja hacia la puerta y se queda ahí. Fernando baja y mira melancólicamente cada uno de los rincones de la casa. Recuerda que en esa meza se perdieron en su pasión en su primera noche, en como en aquellos muebles se sentaron a ver una larga y maratónica sesión de películas de acción, en como ella le pedía que cierre la ventana de la cocina ya que siempre le daba frió. En aquellos encuentros y desencuentros, en como hace solo menos de 20 minutos todo llegó a un punto sin retorno. En como odiaba hacer eso que estaba haciendo pero sabía que no había marcha atrás.
En una repisa se encontraban diversos fotos de sus viajes, sus bromas, sus idas y sus vueltas. Fernando tomó la foto de su primer viaje y la metió en su casaca sigilosamente. Silvana no lo miraba, solo miraba la puerta con el tercer cigarrillo del cual fumaba poco y dejaba que se consuma.
Al abrir la puerta y al caer la maleta en el piso ambos se miraron y no se dijeron nada. Silvana secó sus lagrimas, Fernando miró hacia la sala y ella fue quien cogió la maleta dejando atrás todo. Fue aquel impulso tonto de unas noches de torpe soledad en las que entregó su cuerpo a otro hombre mientras Fernando vivía para ella.
Los recuerdos, las historías y los momentos del día a día avanzan y se forman. Solo depende de uno como quererle darle final o, en el mejor de los casos, querer que nunca acabe.
Cambio y fuera.
Comentarios
Publicar un comentario
¡Comenta!, así ayudas al blog a mejorar. Si no tienes cuenta de google deja tu nombre para saber quién eres jeje