Belleza americana
Cuando te conocí aquel día a inicios de agosto del 2007 en una aburrida clase de números entre separatas y muchas fórmulas, tu hermosa presencia me cautivó y reconozco con hidalguía pero con vergüenza que me consideré el más afortunado por compartir aula y sentarme a tu lado. Una vez iniciada la clase y al no controlar mi abrumador estilo burlesco a situaciones cotidianas, tuve el privilegio de ver por primera vez aquella hermosa sonrisa transformando mi día en un paisaje mucho más agradable. Aquellas costumbres desenfrenadas propias de haber realizado gran parte de tu vida en Estados Unidos destruyeron las paredes de mi ignorancia local.
No obstante, esa belleza física no se compara en lo más mínimo con lo cautivador de su alma. Aquellas jornadas en las que enredadas en conversaciones, cafés y separatas pude apreciar la enorme luz de alegría mientras hablaba, su sensibilidad en cosas que muchos pensamos que son complicadas y el inmenso amor por las causas justas. Diría que fue en ese entonces que no solo te ganaste mi cariño sino mi respeto y profunda admiración.
Aprecio tu capacidad de ser detallista adornando de mil colores la vida de los demás y especialmente aquellos apuntes que eran una herramienta fundamental previo a cada examen. Cautiva tu capacidad de valorar lo bueno y siempre rescatarlo sin dejar de ser objetiva, de mostrar encantadora alegría infantil que se evidencia en grandes ataques de risa y de un espíritu jovial que muchas veces no entendí por haber caído en el amargo espectro de la adultez olvidando muchas veces la belleza de lo simple que hay en el ser joven. Esto último solo se logra comprender al apreciar una chispeante alegría que desprende infinitos matices en una pintura destinada a ser una obra de arte.
Dicen que hasta en las mejores familias hay peleas y nosotros no fuimos la excepción. Aun así, empecé a analizar por qué me dolió tanto el alejamiento y fue entonces que me di cuenta que solo tú motivabas un calor incandescente en mi abrumado y gélido espíritu. Aquella situación me hizo ver que cuando discutes con alguien y llegado el momento del silencio luego de un gran disturbio emocional, sientes el inmenso cariño que ahora está ausente. Sin embargo, por alguna extraña razón, uno niega a creer que la otra persona es como fue en ese instante de ira descontrolada, de molestia irrefutable y es así que se logra comprender que fue una anécdota pero no toda una historia, aprecias la capacidad de conocerse mutuamente atesorando el paraíso de la alegría y el infierno de su enojo. Sin darte cuenta, esa persona te hace más humano.
Tal vez estas palabras pueden parecer mucho, pero existen muchas cosas que se vienen a la mente en un momento como este al escuchar tu nombre y ver una fotografía tuya al embarcarte en un viaje infinito. Solo queda decir que extrañaré mucho tu presencia y aquellas grandes conversaciones reveladoras que jamás las hubiese tenido en cuenta si es que alguien tan espiritual como tú no me las hubiese hecho apreciar. Gracias por permitirme estar cerca tuyo, por hacerme feliz, enojar, aprender y por hacerme ver que hay fe y belleza sincera en este mundo. Tu hermosa mirada me atrapó, pero es aquello que solo tu transmitías lo que me hizo quedarme y no querer irme jamás.
Aun así, todo esto quedara en secreto, en no poder mirarte de frente y decirlo. Hoy veo tu partida, pero comprendo que debo dejarte andar ya que este viaje no terrenal me condena a quedarme del otro lado viéndote partir.
"Te prefiero, fuera de foco, inalcanzable", es así como elegí que se quede y es así como, curiosamente, el destino nos termina de separar hasta siempre, en la eternidad de las palabras, el silencio y el infinito.
Cambio y fuera
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