En el tendedero


Gabriel revisa su celular para quedar con Carla, aquella chica con la cual ha ido saliendo desde hace un par de meses. Se alista sin mayor expectativa, llega al bar, toman algo, ya no hablan mucho, ella inventa una excusa para llamar su atención y se decepciona de la parca actitud de su acompañante. Quiere preguntarle pero no puede. "No dramas" fue el acuerdo inicial que sentenciaba el vivir el momento, no recordar lo de ayer así haya sido bueno, no imaginar un futuro porque este no existe, no planificar, no actuar, solamente hacer.

En cierta medida, eso estaban "haciendo". Tenían un muy buen sexo, lleno de situaciones risibles, satisfactorias, ardientes y jocosas. De aquellas que van acompañadas de traviesas sonrisas, mordidas deseosas y sudorosas sensaciones terminadas en algún lugar del cuarto que no necesariamente sea la cama sino que van desde el baño hasta en la cornisa. Se sentían físicamente pero no de alma. Sensación semi complaciente en tiempos actuales.

"¿Y si no lo pensaba?" se preguntaba Carlos mientras miraba aquel vaso de cerveza adornado con motivos futboleros. En ese limbo estaba su cabeza en ese instante, mirando alrededor pero no apreciando como Carla dibujaba su sonrisa al ver su celular mas no al verlo a él. El ambiente era denso y cada vez, cual tobogán, parecía avanzar rápidamente hacia su final.

Ella se acerca en ámbito travieso, en ese cadencioso movimiento de cabello, mirada juguetona y mordidas de labios simples que evidencian el deseo tratando de provocarlo, pero se ve sorprendida por el hermetismo de su acompañante. Hace días él estaba así y no se lo explicaba. ¿Cómo aquel que apretaba sus muslos con fuego ardiente mientras se dejaba arañar la espalda ahora está así de desanimado sin la más mínima atención?. No es coherente, no tiene sentido. Y en ese contexto, si se sentía mal, no podía reclamar, la regla que ella misma impuso le jugaba una mala pasada. ¿Porqué debería de incomodarle?.

Gabriel decidió conversar un poco, de manera tranquila mas no tan acalorada como antes. Fue agradable para ambos, complementario, desestresante, un escape, se sintió bien. Al pagar lo consumido en aquel lugar de Miraflores y mientras decidían que hacer luego, Gabriel propone que se vayan a su departamento a entregarse al sexo como muchas otras oportunidades anteriores. Ella no acepto; sin embargo el aceptó sin poner la más mínima resistencia y se fueron cada uno por su lado sin el mínimo ápice de humana consideración.

Ahí, en medio de esa sensación de dejar inconcluso todo, Carla mira su celular y se da cuenta que Gabriel ya no escribe por lo que empieza a hablar con ese otro pretendiente que cancelaba porque salía con el primero. El silencio se volvió incómodo por esa noche, luego se sintió menos importante después de una semana y, luego de un mes, ya no era mínimamente percibido. Ambos se habían separado, sin adiós, sin nada. 

La sensación de aplacar la soledad puede ser expandida con una falsa compañía, pero es triste cuando se llega a ese momento. Cuando un beso fue deseado, pero no sincero; cuando una caricia fue caliente, pero no profunda o que la excitación fue orgásmica pero no complementaria. Es la melancolía de lo que se añora, se pide, se escribe pero no se tiene. Es lo que comprendió Gabriel al encontrar a Carla con alguien días antes de verse en ese bar de Miraflores. Apreció como mientras este apretaba su cintura, saboreaba sus labios y  se entregaba con galanteada frialdad, Carla miraba su celular en algún descuido y dejaba en visto a quien le escribía tal como le pasaba cuando ellos estaban juntos. Comprendió la figura.

Gabriel me cuenta esto mientras me da la respuesta más sincera que ha hecho en mucho tiempo a algo tan elemental como el "¿qué es lo que quieres?", a lo que él responde con abierta sinceridad "No sé y no deseo saberlo". Se paró, revisó su celular y escuché una voz femenina al otro lado del auricular, se despidió raudamente de mi y se fue. Posiblemente fue Carla, posiblemente no. Me quede en la barra pidiendo un trago más y ahí me di cuenta lo que me había contado y como se sentía él, con aquella sensación de ser un simple objeto, algo como una prenda de vestir que puede ser muy cara o con detalles pero que luego de ser usado y lavado va a estar en el tendedero: disponible, a la expectativa, en lo alto, pero secándose en solitario con el aire esperando su próxima puesta. 

Cambio y fuera

"Drying up in conversation, You will be the one who cannot talk"

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