En algún lugar


Lo malo de volver a la soltería en tiempos pandémicos es que no solo te enfrentas a la nueva realidad que esta crea, sino a que tu misma percepción de la realidad ya es diferente en las actividades sociales que solías realizar. Asimismo, hay un factor adicional que no es menos importante como es la edad: no es lo mismo estar soltero en la efervescencia de los 20's que en los reflexivos 30's. Por consiguiente, digamos que a mi todo esto me ha caído como un fuerte golpe en la cara de un boxeador borracho, sin guantes, con la mano mojada y con odio. Se entiende, ¿no?

Lo primero es como sobrellevar al escarnio de las preguntas por la persona ausente. Aquellas interminables reuniones amicales, familiares o hasta virtuales en dónde antes ponías mil excusas para no ir, pero ahora vas con toda la paciencia del mundo a fin de despejarte de dicho tema. Sin embargo, se termina volviendo en todo lo contrario ya que el "¿Y qué fue de la vida de...?" se hace la comidilla de la reunión más que el motivo principal de su convocatoria. No obstante, dicha pregunta va acompañada de los gestos que recibirá el entrevistador al escuchar tu respuesta. Su cara se va transformando a algo que demuestra sorpresa y hasta algo de lástima. Cómo si fueses diagnosticado de una enfermedad incurable y estás ahí pidiendo limosna.

Otro punto por resaltar del estar soltero a los 30's es que estás demasiado viejo para algunas cosas y demasiado joven para otras. Cómo si el ver una serie en Netflix un sábado en la noche te vuelve un anciano decrépito y el salir a un bar solo tiene que ser o viernes o sábado ya que tu cuerpo es inerte de reacción a cualquier estímulo si osas trasnochar ambos días. La búsqueda del despeje tipo "medio" puede ser por momentos tediosa, pero sirve, al fin al cabo, en conocer lo que te gusta y encariñarte con aquel momento de soledad despreocupada.

La principal novedad en estos tiempos ha sido el uso de los aplicativos de citas. Afirmo, sin vergüenza alguna, que he usado por un corto periodo el más conocido (el de la flama color rojo), pero el resultado fue menos prometedor al chocarme con una realidad dura y sorprendente como la facilidad de mercadotecnia sin límites que puedes encontrar. Y es que en lugar de conocer a alguien con quien hablar, me topé con hechos ligados desde la prostitución hasta la venta de poleras y dulces para la asociación de piromaníacos de Lince (¿?). Por si fuese poco, si tenía la suerte de cruzarme con una mujer normal, terminábamos hablando como amigos y compartiendo memes. Además, me he llevado la sorpresa de tener "conexiones" que funcionaban extremadamente bien de manera virtual, pero que en presencia fueron un real sacrificio a mi paciencia, buen humor y valor del tiempo.

Sobre esto último, el ejemplo más claro fue mi conversación con Melissa, una inteligente chica, estudiante de post grado de una conocida universidad limeña que no tuvo nada mejor que invitarme a una reunión con una amiga. A pesar de consultar si mi presencia podría traer algún tipo de reparos, ella dijo que "no pasaba nada" cuando realmente pasó de todo. Sin entrar a detalles y resumiendo: llegué al local, nos saludamos respetuosa pero efusivamente y me presentó a dicha amiga. Sin embargo, grande fue mi sorpresa cuando noto que Melissa estaba revisando constantemente el celular sin poder generar algún tema de conversación por lo que Erika, su amiga, me terminaba hablando de los temas más inverosímiles como el material del cual se hizo la meza de madera (ehhh, ¿madera?, ¿será?) o de la jornada semanal de los combatientes y guerreros sin dejar de profundizar en el próximo reto de Tiktok que quería realizar en medio del parque Kennedy. Finalmente, para terminar de adornar la noche, inició otro novedoso tema de conversación de esta manera:

- Creo que se está peleando con su enamorado...

- ¿Su qué? Dije sorprendido al desconocer de la vital y no menos importante información que había sido omitida (y vilmente manipulada) por Melissa.

- O sea, es su ex de hace dos años, pero a veces salen y creo que habían discutido por algo, pero ahí van.

Si hay algo que me caracteriza es que mi cara habla más que mis palabras por lo que intuyo que mi rostro de sorpresa y desconcierto debe haber sido tan notorio que la amable Erika me miró y solo atino a excusarse mientras iba al baño. Ahí estaba, en una meza de un bar de cervezas artesanales totalmente abarrotado con una chica que peleaba con su relación tóxica por celular, me hablaba poco y que la única persona que intentaba hacerlo era su amiga de peculiar manera de generar una charla y de una discreta capacidad para guardar secretos. Fue en ese instante que decidí retirarme a mi domicilio inventando un cansancio y un desayuno familiar dominguero. A pesar de haber ido sin expectativas (como en muchas otras oportunidades), esta es la que más recuerdo a la fecha. Espero, si la vida no me juega una mala pasada, que aquel paupérrimo nivel de relajo de fin de semana sea imposible de superar en fracaso.

Es importante mencionar que en otras oportunidades el del problema he sido yo. Con el paso del tiempo mi capacidad de aburrimiento ha crecido considerablemente por lo que, si alguien no me llama la atención, corto comunicación de la manera más natural y respetuosa posible. Y no porque sea malcriado o desatendido, sino por el simple hecho que al no encontrar nada que realmente me llene de interés y que sepa que enriquecerá mi vida en algún aspecto, paso a olvidarlo de la forma más rápida posible.

Cabe resaltar que me he llevado agradables sorpresas y he conocido buenas personas que, a la fecha, terminaron encontrando sus parejas por otro lado sin que esto perjudique nuestra comunicación y la más que agradable, madura y adecuada responsabilidad afectiva ligada en la amistad. A ellas, si leen esto, mis saludos y más que enorme respeto y admiración por su felicidad.

A la fecha me encuentro sin expectativa alguna, pero sin cerrar la puerta a nada. Reconozco que el pedirle a alguien para salir es porque realmente quiero conocerla y nada más por lo que es algo que pasa en grandes excepciones. Quizás, lo único que pido es algo tan simple, tan común y tan al alcance de la mano que en un mundo cada vez lleno de singularidades y fraccionamiento hace que todo ello sea un lujo. Alguien que transmita paz, que me apoye, que apoye, que seamos compañeros, un equipo, pero principalmente, una gran amiga que lejos de juzgarte y propio de los interminables cambios que nos depare la vida, su esencia no se pierda sabiendo que, pase lo que pase, ahí estaré. Ahí estaremos.

Tal vez, pero, mientras escribo estas líneas, todavía no encuentro ese lugar.

Cambio y fuera.

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