Falsos Arboles de Plástico





En toda aula siempre están los estereotipos: el gordo, el monce, el homosexual, la rica, la fea, el gilero, el malo y sus secuaces. Si bien en la época universitaria algunas cosas pueden cambiar, a estos estereotipos siempre se le tiene que agregar uno nuevo: la pareja del grupo.

Las parejas universitarias son únicas y divertidas. Estén bien o mal, es un espectáculo verlos juntos, es sinónimo de felicidad y paciencia como también pueden ser sinónimo de tristeza e intolerancia. Estas ultimas son las parejas más atesoradas por todos y las más extrañas. Yo conocí a una muy particular en mi época universitaria, y esta es su historia.


Manuel y Sandra eran la típica relación que a primera vista no logras comprenderla, y es que en realidad nunca se logra comprender. Ella era muy soñadora pero a la vez realista con sus proyectos de vida ya que tenía una hermosa hija de 2 años. El era más calmado, centrado, medio huevón. Sandra era su conexión hacia el mundo de sus sueños así que ellos se complementaban perfectamente. Nadie los entendía, principalmente yo.

Manuel se volvió mi pata y por ende, Sandra también. Empezamos a salir juntos con otros personas del salón y la química se hizo notoria entre todos. Al final tan "raros" no eran. Eran de los que siempre avanzan con un escudo invisible apartando a todos los que se querían acercar a ellos.

Por alguna extraña razón, Sandra y yo terminamos hablando más de lo normal, por lo que la química se iba tergiversando por momentos. Era una situación muy incomoda ya que Manuel era mi amigo, y eso no era lo correcto. Así que empecé a mantener mi distancia.

Sorpresivamente, Manuel y Sandra terminaron y yo empecé a hablar más con Sandra. No con intención gilera, sino que eran mis amigos y decidí ayudar. Craso error. Aquella "ayuda" hizo que la química tergiversada regrese.  En toda aquella confusión, lo único que atiné a hacer fue a quedarme inmóvil cual niño asustado cuando ve un perro que le gruñe. Lo curioso es que este niño quería que el perro lo matase a mordiscos.Y es que Sandra no era una simple chica, era LA chica: Morena, nariz respingada, no tan alta, pelo largo, labios sensuales y mirada matadora. Una especie de la flaca de los sueños húmedos de un hombre cuando tiene 15. 

Lo peor de todo, era que me empezaba a agradar Sandra. Sus gestos, su forma de decir "estas equivocado" y su manera de cerrar los ojos al besar (bueno pasó, no soy de metal); pero no era lo correcto hacer algo. Así que, en contra de los deseos de mi miembro viril, decidí alejarme un día. Decidí quedar como una porquería por el simple hecho que se olvide de esa situación y ella pueda regresar con Manuel.  Y lo conseguí.

[OK, intermedio aquí: Ya sé que no fue la manera más "inteligente" de terminar algo, pero a esas alturas era la única cosa realmente fuerte para parar la avalancha.]

Meses después los vi a ambos sentados en un parque del centro de la cuidad mientras la hija de Sandra corría tras una mariposa. El estaba más calmado, menos huevón y más sonriente. Ella lucía más hermosa, radiante y con una panza a punto de estallar. Logré apreciar por ahí un anillo mientras ella se arreglaba el cabello hacia su oreja izquierda. Habían formalizado todo y ella había conseguido lo que realmente quería: una familia feliz viviendo en un mundo colorido como el plástico. Globos como nubes y suspiros como vientos.

Si bien quedé mal para ella, para mi mismo quedé satisfecho al ver que, indirectamente, propicié un buen futuro: el de ellos. Tengo en mi escritorio la invitación a la boda, a la cual no iré. No por que no quiera, sino porque no aguantaría ver a un tío de uno de ellos que termina lagrimeando mientras ellos se besan. Además, la invitación me llegó por intermedio de un amigo y como que a ella no le quedarán muchas ganas de verme por las razones ya expuestas lineas atrás. Así que, no quisiera que mi presencia malogre el día más importante de su vida.

Aún así, me quedo con aquella imagen de ella... de la cintura para arriba, claro está: hermosa, sonriente, alegre y calmada. Esa era ella, esa fue Sandra. Si bien siempre pensaré como hubiese sido pasar un día junto a ella, me quedo con que no hice nada pero lo hice todo por ella. Para mí, eso es  suficiente. 

Cambio y Fuera

Comentarios

  1. Bella historia...me hizo acordar a aquella frase que dice que somos simplemente instrumentos. me hace pensar que nada se da porque si, que no estamos donde estamos porque caímos ahi..sino porque algo debemos hacer... No se si fue bueno o malo.. pero siempre hay q tomar decisiones...lo malo sería no tomarlas. Buenisimo el post.

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  2. Anónimo19/7/11

    Acabo de descubrir, tu blog me gusta mucho....saludos.

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