No soy el malo

Al salir de casa aquel sábado en la noche,  lo único que pensaba era como demonios regresaría desde aquella fiesta hasta mi casa ya que si bien tenía dinero para tomar unos tragos con mis patas (previa "chancha"), después no tendría para el taxi de regreso a altas horas de la noche. Aún así, totalmente decidido a relajarme y reírme, decidí salir.


Llegando, me topé con una típica reunión familiar, de esas en donde te dan primero el tenedor con una servilleta que tienes que cuidarla como oro para que te dure durante el banquete; un plato criollo acompañado de una salsa picante especial de la casa; comentarios del recuerdo  como "¿Te acuerdas cuando fulanito se comió toda la gelatina en el cumpleaños de mengana?"  (me parece algo increíble que en todas las fiestas cuentan las mismas historias y la gente igual se ría, previo aplauso chacotero-criollo, que más suenan a avergonzar a alguien a propósito que animar a las masas)  y las infaltables primas lejanas que están tan buenas como dicha salsa criolla.

Conociendo todos estos matices y sabiendo como se pintaba toda la noche, no pude negar que me entretuve; pero no fue ni la salsa criolla, ni las historias humillantes de algún miembro de la familia lo que me hizo sentir bien. Fue una de las primas lejanas buenazas.

Hay que admitir que el trago fue mi aliado y la servilleta el anzuelo para empesar a sacar un tema de conversación. Luego de ello, ambos nos dimos una pequeña dosis de arrogancia diciendo nuestros logros, ya saben, cosas como "Trabajo en un banco", "ya terminé la universidad"; "Este año termino mi tesis";  o simplemente atribuyéndonos logros de un familiar: "Mi hermano es economista y vive en San Borja".

Por alguna extraña razón, la chica me contó su última pena amorosa y yo decidí apoyarla mediante comentarios animosos. Lo malo, es que aquella morena ebria se tiró cual gacela a por su presa hacía mi, estampándome un beso en donde pude apreciar el sabor del vodka con frugos y un lápiz labial de EBEL. El trago hizo lo suyo contra ambos y pues fuimos hasta donde podíamos llegar. Al día siguiente, me desperté, me despedí cortesmente y me fui en bus (gasté mucho en trago) hacia mi casa. hasta ahí todo bacan. Lo estresante vino después: llamadas, mensajes, comentarios como "creí que eras diferente", etc.

A veces pienso que las cosas son más simples cuando no avanzaba hasta ese campo, que simplemente un "agarre" bastaba y ya; que sólo el permiso de avanzar hacia algo más, sólo genera complicaciones. Me pasó una vez en una relación con la linfómana y desquiciada "V", y esta última sólo fue la confirmación de que las cosas simples son las mejores.

Quisiera volver a ser casto como cuando tenía 18, no llenarme de problemas, salir a una fiesta y reírme con amigos y que el acercamiento con una chica que también tenga ganas no necesariamente tenga que acabar en eso. Es rico, es riesgoso, es sentir adrenalina, pero al día  siguiente se convierte en lo que realmente es, sólo es eso: sexo casual.

No me acostumbro, pero bien que me encanta.

Cambio y fuera.



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