Niño Goyito


Gregorio descansa en su cama después de una trepidante y maratónica fiesta de su lugar de trabajo. Se despierta raudamente y revisa el celular con ansiedad y por alguna extraña razón reniega. Sus largos dedos y sus ojos, aún desorbitados producto de la resaca, hacen sinergia para buscar algo en el celular.


Él es un buen muchacho. Su erguida forma de caminar lo hace ver como alguien seguro y hasta hacen alucinar que viaja constantemente al extranjero simplemente para ver paisajes nuevos y emocionantes al estar cansado de su ciudad natal. Mira de frente, sus labios forman un pequeño puchero lleno de soberbia y tranquilidad mientras se pone sus lentes negros, se conecta sus audífonos blancos de aquel celular de última generación y finalmente sale a correr por aquellas calladas e inperturbables calles de San Borja.

Aún así, Gregoriol tiene la increíble cualidad de meterse en problemas, de armar caóticas jornadas de tsunamis en vasos de agua y de enredarse con un fideo. Su inmensa inteligencia parece atrofiarse frente a problemas comunes y su erguido caminar se pierde en la escencia de lo simple. Sin embargo, él no está solo; todos le dicen como y que hacer pero el solo dice "Si" mas nunca da marcha a la solución. Él la conoce pero, por alguna extraña razón, no la aplica.

Su vida privada, realmente no lo es. Decide poner canciones en una pagina de red social con un mensaje, según él, subliminal; a fin de que la otra persona lo entienda. Toma así la filosófica y tonta pose de un adolescente de 15 años que no sabe diferenciar entre el publicar sus chistes en una pagina web o convertirse en el chiste en su misma pagina web.

A nadie le importa lo que él hace no por que no sea interesante, sino que sus monótonos temas de conversación y el que siempre hable de los mismos personajes en alguna situación en la oficina para, según él, demostrar que es una persona que toma decisiones, solo hacen que uno tenga ganas de dar un bostezo y que pidas la cuenta para irte a Japón.

Gregorio lo percibe y su poco mundo lo comparte con alguien que no tiene futuro. No quiere ampliar horizontes y se está volviendo en una especie de promesa sin realizarse. Algo así como un pelotero en el fútbol peruano: jugador lleno de asombrosas cualidades, talento sin limites, pero que a pesar de los consejos, solo sabe perderse y decepcionar al resto para finalmente terminar jugando en un equipo de segunda división y vivir de las rentas de una orquesta local.

Gregorio descansa en su cama en estos momentos y solo me queda decir que, tal vez, si pudiese escuchar más, lo admiraría y este texto tendría otro contexto. Por ahora, solo me que da decir con mucha lástima: "¡Ay!, Niño Goyito".

Cambio y Fuera.







Comentarios

Los post más leídos

¿Bailamos?

Las 5 peores canciones de Arjona

Un sueño Mundial - Episodio II: El imperio Inca Contraataca

CAPITULO I: Invitarla a Salir