Reina de papel



Carolina mira por la ventana del taxi como el cielo de una mañana veraniega limeña se va aclarando hasta volverse totalmente resplandeciente. Mientras pasa por aquella vía rápida que le permite llegar en 15 minutos al aeropuerto, sus lentes negros son maniobrados por sus dedos en una clara muestra de nerviosismo aún cuando está a tiempo de poder realizar el embarque y abordar aquel avión que la encaminará a Barcelona. Son las 7:00 AM y lo más pesado no es la maleta en donde se encuentran su ropa y demás cosas materiales, sino aquellos pensamientos que aparecen en su aturdida cabeza. Esos rezagos de una gran tristeza que ha movido su estabilidad sin saber que camino la trajo ahí y qué camino deberá seguir.

El haber trabajado en un night club y dedicarse a ganar dinero fácilmente habían marcado los últimos cinco años de su vida. Probó cosas que jamás lo hubiese podido hacer si no hubiese alcanzado aquel nivel adquisitivo de formas muy juzgadas pero poco comprensibles. No se arrepiente, pero sí cuestiona cómo llegó ahí y lo diferente que hubiese sido todo con otro tipo de oportunidades. Recuerda como aquel departamento estaba lleno de cosas mas no de gratos recuerdos que pudiesen perdurar en el tiempo. Algunas experiencias se hicieron más fáciles de conseguir pero las que debían de sumar en su vida sencillamente se fueron quedando en el camino para nunca más volver.

Pensó en las amistades que perdió, en las que parecían ser reales pero solo fueron espejismos de cercanía adornados con alcohol. Sabía que todo eso era soledad, aquellas que te carcomen el alma y que no importa que tengas o que mires, nada sirve para llenar ese vacío. Aquel acercamiento en secreto con alguien ocultando toda su personalidad le hizo ver todo lo que no tenía. Sin embargo, siempre la verdad sale a la luz y el distanciamiento lleno de etiquetas y prejuicios fue lo que terminó por remover las dudas sobre su vida que ya empezaban a acrecentarse. Recién pudo entender que no era necesario el dinero, aquel que en un mundo materialista sirve para sobrevivir, pero no para existir.

Mientras atraviesa esos grandes vitrales, los rayos del sol de aquella ciudad en donde siempre vivió, pero que nunca la logró conocer, le confirman que es momento de la despedida acariciando su rostro por última vez. Es aquella caricia la más cálida que ha tenido en semanas, una que le fue arrebatada por estar mal canalizada en placeres banales que llenaron el día pero no sus momentos de humana fragilidad. 

Carolina se pone los lentes negros, pasa el último control y voltea para ver a mucha gente, tanta como las que veía en sus noches de alegría descontrolada; sin embargo, absolutamente nadie se despide de ella. Una lágrima cae de su rostro y es esta la que termina siendo su último recuerdo de Lima. Pensaba que ella se había ido de la ciudad, pero fue la ciudad la que se fue de ella.

Cambio y Fuera.

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