El juego más difícil de aprender

Javier es un amigo de la universidad. Compinche de juergas, de aquellas escapadas a mitad de semana a un "chupódromo" cerca del centro de estudios para escuchar música del momento mientras la cantidad de botellas hacían que el paisaje de una mesa de madera circular sea más agradable y de señales de una cada vez más fortalecida amistad. Nuestros, para ese entonces, veintitantos años (que con suerte estaban cerca de la mitad de dicha década) fueron el nexo y momento ideal para que sucedan esas incontables experiencias. Nunca perdimos contacto por lo que después de unos larguísimos 9 años llenos de algunos almuerzos, conversaciones y uno que otro "reencuentro" con las viejas amistades,  aquel buen muchacho de larga estatura decide casarse.

El lugar elegido fue en una hacienda a las afueras de Lima que estaba cuidadosamente organizada para este tipo de eventos. Asimismo, un familiar de la novia se había encargado que hubiese buses prestos para el traslado desde la iglesia. Sin embargo, si bien todo este prólogo puede emocionar a cualquiera, yo no lo estaba. Miraba el techo dudando de si ponerme aquel incómodo terno. En las últimas semanas mi soltería me hacía dudar de ese tipo de eventos, de la solemnidad de la "pareja", de acostumbrarme a evadir las innecesarias discusiones y solamente a divertirme con algún amigo en un bar, por lo que ir a un matrimonio para presenciar aquel acto al cual ahora rechazaba tajantemente no me emocionaba en lo más mínimo. Finalmente, fueron unos largos minutos de incertidumbre, pero me puse a pensar en el buen Javier y cómo en más de una oportunidad estuvo ahí en nuestros momentos de cómplice travesura juvenil. Pedí un taxi, procese el incómodo momento en el que te das cuenta que el saco te cierra pero con mayor dificultad y llegue en terno a una soleada velada a las 4:00 PM.

Grande fue mi sorpresa al ver que solo habían dos personas de la universidad en la boda: Claudia y yo. Nos quedamos en una mesa con algunas amistades de la novia que fueron invitados por compromiso (lo cual terminó de hacerme entender porque siempre ella me miraba mal). Lejos de pensar en más cosas, decidí simplemente divertirme y Claudia se encargó instantáneamente en ello. Pase a dejar el saco en una silla de la mesa, hablar con extraños, bailar salsas clásicas y demás exitosas canciones latinas llamando a viva voz el añorado libertinaje. Luego de un par de horas, veo a Claudia en la barra que me llama con mucha urgencia. Atento como un mozo, me acerco a consultar que pasaba. Ella, sin darme opción mínima a la reacción, me jala y me sienta en su silla. En eso, aparece un regordete y carismático señor totalmente ebrio para decirme:

- Así que contigo tengo que hablar para sacarla a bailar, ¿no?

Mi mirada resignada de aceptar aquella broma pesada hizo que Claudia se ría a carcajadas y se vaya con otras chicas a la pista de baile sin dudarlo. No me quedo más que mirar al señor que sin dudarlo me dio un abrazo y me comentó, sin pedírselo, su opinión del matrimonio:

"Detesto el "hay que aprender a conocerse para poder asumir una relación", me parece la más grande mierda jamás inventada. Y no lo digo por el hecho de desacreditar al necesario proceso de autoconocer ciertas cosas de uno que puedan influir a la relación, sino que muchas veces se le da un contexto racional a algo que no lo es. El "querer" y/o "amar" es un total y necesario acto de fe. No lo "analizas", no lo piensas ni lo programas en un app ni se calcula si está en mejor o menor medida, sencillamente confías en alguien más. Pueden haber diferencias, complementarse, discrepar totalmente el uno del otro pero es esa fe... "La fe", como diría el "Cuto"... eso lo que te hace pensar que, cuando las cosas te vayan mal, cuando tu mundo se venga abajo, cuando no puedas soportarte ni tú mismo, la otra persona por alguna extraña e indescifrable razón estará ahí sabiendo que no es un superhéroe y que posiblemente no resuelva la situación. Aún con todo eso, estará porque quiere estar, porque sabe que es importante para tí, porque lo necesitas.

Ahora, no me malinterpretes flaquito, no hablo del pensamiento romántico, aquel idealizado de esas cojudeces del cine como "Diario de una pasión" o "Titanic"; hablo del hecho de saber que hay alguien ahí y lo sabes. Te puede mandar a la mierda, molestarse un culo, pero esa molestia es porque te quiere, porque le jode que te vaya mal, porque le da bronca que hayas fallado sabiendo que has podido hacer algo mejor y te lo dice a gritos. Con un poco de suerte, un par de cachetadas. Aún con todo eso, estará ahí hasta que se canse. 

Porque todo tiene un límite ¡ah!. No digo que cuando veas que no das más sigas ahí, no puedes ser un puto salvavidas toda tu vida. Sería algo así como ayudar a un drogadicto: todo puede llegar a buen puerto si el quiere salir y hacer cosas después de la terapia para no recaer y darle un nuevo rumbo a todo. De nada sirve hacer "terapias" si luego de unos meses vuelves con tu misma mierda, no te soportará nadie. Para ello uno debe saber que nunca va a saber nada, ni siquiera en aquello que es experto porque en la vida cada segundo es una nueva oportunidad de crear una línea de tiempo, es otro camino. Como esa película de los superhéroes y sus piedritas de colores.

¡Pero que vas a saber tú pues, chibolo cojudo!. Con tu pinta de intelectual de San Marcos, con tu relojito, tus lentecitos y toda la huevadita, pero ya lo vas a saber. El día que llores por alguien, que te hagan mierda, que estés hecho una basura te vas a dar cuenta. Luego de todo ese show, cuando creas que está "superado" (porque esa huevada siempre la vas a tener presente) vas a encontrar alguien y es ahí en donde debes aprovechar y quedarte. ¿Sabes porqué? Porque ahí te vas a dar cuenta que a todos les puedes caer bien, pero a nadie le agradas realmente. Esa puta persona que te soporte, esa es. No romantices lo de "las almas gemelas"... ahora han salido con su huevada del "hilo rojo"... ¡Todo es pura mierda!. Todo se basa en que alguien te soporte en algunas cosas que tú no te soportes y que simplemente quiera que te vaya bien, a tu manera, tropezándote, pero sabiendo que siempre se tendrán los dos al lado.

Yo puedo estar borracho ahorita, con la camisa afuera y hasta te puedes cagar de risa, todo lo permito. Pero mira en esa mesa: ahí está mi esposa cagándose de risa de lo que hago y hasta tomándome fotos. ¿Me jode? me jode pues, quién quiere ser payaso. Pero está ahí, mañana también y yo quiero que esté y estar ahí para ella. ¿La voy a cagar? ¡La voy a cagar!, pero no voy a escapar de mis responsabilidades y ella es la más sagrada de todas. Es la más jodida pero también la más bonita que puede haber. ¡Salud Harry Potter de Comas!"

Luego de soportar un par de eructos y abrazos, mi cara demostraba extrañeza tratando de entender que escena de "Matrix" había pasado en frente de mi (reemplazando las pastillas por tragos, eso si). El buen señor regresó a su meza y su esposa, con sutileza pero sin perder firmeza en sus palabras, le agarra el brazo y le dice algo al oído. Él, sonríe, le da un beso en la mejilla, deja su vaso en la mesa y veo como toman sus cosas y se retiran. A lo lejos voltea, me mira y hace amagues de saludo con el brazo ya que, propio de su estado, da cada paso en el pasto con cautela para no tumbarse alguno de los floreados adornos en el ingreso al local.

Pasado unos momentos, veo al buen Javier disfrutar parado al lado de una mesa con gente de su trabajo y al ya haber bailado con una persona disfrazada de Mario Bros el conocido "Tuta tutá" de los Auténticos Decadentes en la hora loca, me despido de él a lo lejos y salgo del local para pedir un taxi e irme a casa. En ese entonces, veo a Claudia. Me mira a lo lejos y me invita a acercarme para seguir bromeando del tío de la barra, y de los extraños pasos que hicimos en algunas coreografías entre cotillón, globos y demás chucherías

- ¡Nunca más uso estos tacos de mierda!. jajaja. 

- Todo por querer parecer alta...

- Quién lo dice...

- Al menos lo acepto y no uso tacos.

- ¡ Jajaja! ¡Pendejo!. ¿Te quitas?

- No, estoy esperando que venga ET para meter un trago espacial al tono. ¡Obvio pues! Estás borracha ¿no?

- ¡Jajaja!, anda idiota. Te pregunto para saber por donde vas.

- A mi casa, cruzo San Borja y ya.

- Se me acabó la batería de mi cel, ¡Jálame pues! te queda cerca a tu casa. Estoy por Velasco Astete, por el pentagonito.

- Ya, normal. 

Luego del protocolar acto de subir al taxi y comenzar el rumbo, Claudia lucía más linda de lo usual. Y no, no estaba ebrio para afirmar ello, se le veía alegre, suelta, hablando bastante. En eso, le conté a detalle mi experiencia con el borracho y el cómo fui usado vilmente por ella como elemento distractor.  Se reía, bromeaba al respecto. En eso, lo dijo:

- Estoy de acuerdo con el tío. Realmente es fácil pero mucho cerebro complica todo. O sea, no extraño a la persona en específico, extraño el hecho que alguien, quién no sea tu familia, te ame. Alguien con quien hacer planes, que algunos salgan mal y renegar en ese momento pero, tiempo más tarde, reírse de ellos recordando lo sucedido con la misma felicidad si estos salen bien. Suena a vivir una comedia constante, pero es más un tema de actitud a que esto ocurra. Las personas somos muy complicadas también. Complejo, ¿no?

- Si, es una huevada...

- Y tú... ¿desearías eso?.

Una larga pausa se formo y miré la avenida. Justo pasamos por aquella ultima curva previa al trébol de Javier Prado que nos llevaba a una auxiliar que da para su departamento al frente de un parque.

- Bueno, me bajo. ¡Escríbeme pues chato!. No seas botado.

- Jajaja, dale. Lo tendré en cuenta.

Antes que suba a su departamento, volteé a mirarla como buscaba sus llaves e ingresaba lentamente por aquel portón de vidrio laminado con los gigantes tres número impregnados. Me quedé pensando en la pregunta y ahí, en la soledad del taxi a 5 minutos de casa, gesticulé la respuesta.

- Realmente, si y mucho. Pero no sé si ahora. No estoy listo.

La garúa limeña en Julio hace su trabajo y moja el pavimento. Los carros pasan lentamente reproduciendo el relajante sonido del paso de las llantas con la pista empapada y se empieza a percibir el extraño pero agradable olor de la tierra húmeda. La noche había terminado para los invitados y algunos, como yo, admiten preguntas o respuestas según sea el caso. Sin embargo, para Javier y su esposa, la vida acababa de empezar. Tal como lo había afirmado, con envidiable firmeza, el tío ebrio. A su salud.

Cambio y fuera.

"Amar es cosa de valientes"

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