Muchas gracias de nada


"Puedo escribir los versos más tristes esta noche" es así como Neruda empieza su más famoso poema. Sin embargo, ni soy Neruda ni quiero hablar de cosas tristes. Últimamente, las historias de este blog se han vuelto algo melancólicas y muy aleccionadoras, pero con harta dosis de realismo emocional que no necesariamente deja una sensación de esperanza sino una de "Caramba, ¿Qué cosas no?"

Podría empezar escribiendo sobre un logro importante en mi vida, la curiosidad percibida en un viaje, aquel beso apasionado en una tarde veraniega o realizar alguno inspirándome en algún tema de coyuntura actual. Al final, todo queda en un simple "podría".

Hoy en la mañana tome un diario que adornaba mi sala y al ver el desastroso y casi apocalíptico toque con que se tocan las noticias, me tope por casualidad con una columna de mi escritor favorito en una revista sabatina de harta trayectoria. Aquel post hablaba de manera simple de un viaje de pesca con su amigo.” ¿Qué de interesante o inspirador puede ser esto?", refutaba en silencio y con visible indignación ante la simpleza casi insultante de un escritor que cuenta con una envidiable cantidad de lectores. Sin embargo, no sé por qué, estaba haciendo lo que él quería que se hiciera: leer el artículo con aquel morbo que solo provoca una libidinosa pasión o aquella curiosidad digna de la vecina chismosa de la cuadra. Al final, terminé de devorarme el artículo en instantes y grande fue mi sorpresa de lo aleccionador que fue una línea que decía:

"Lo extraordinario de pescar no consiste en la pesca en sí, sino lo que sucede mientras tanto".

Y es ahí en donde aprendí que la actividad no necesariamente es lo que te transforma, sino el proceso y todo lo acontecido en ese trayecto. El buen escritor me había demostrado que algo tan interiorizado y divertido cómo leer, por poner un ejemplo, se vuelve una experiencia enriquecedora no solo por el texto en sí, sino por el valor que le damos a aquellas letras unidas en un ideal y en cómo imaginamos y nos dejamos llevar por la emoción de saber a dónde nos lleva aquel barco de letras escritas posiblemente en una momento de relajo o que nacieron en una situación poco usual. Es el valor que se le da a los actos lo que hace que la experiencia sea hasta religiosa (si, igual que lo dijera Enrique Iglesias en aquel bodrio noventero de canción).

El leer un libro, armar un rompecabezas, trabajar o hasta pasear en bicicleta jamás será divertido o interesante si es que dicha actividad no tiene parte nuestra o se suprime aquel sentido de pertenencia que lo vuelve algo tan interiorizado como el respirar. El estar involucrado en algo va mucho más allá, no es sólo hacerlo es sentirlo.

Recuerdo como en mi época escolar, en una pequeña aula adornada de carpetas maltrechas, mis compañeros y yo escuchábamos atentos a muchos profesores dando un ritual del "éxito de la vida" y lo simple que está podría ser si es que seguíamos ciertos pasos como si algún manual mágico nos resuelva todo cuando con el pasar del tiempo te das cuenta de que no hay nada más falso. Ninguno de ellos te dice que en el camino las cosas fallan, te pasan cosas que te rompen un poco y que el hacer las cosas a tu modo está bien. Nos enseñan a que todo es una carrera cuando realmente es un trayecto en el que cada uno encuentra su camino, se debe disfrutar el paisaje y saber elegir muy bien a quienes nos acompañan y a seguir bien nuestras rutas. Al final, todos nos encontramos en el mismo lugar y no nos llevamos ninguna pertenencia.

Si a usted le gusta hacer algo, hágalo. Tal vez no se vuelva un exitoso compositor, escritor, científico o músico, pero al menos podrá decirles a todos que lo hizo. Lo importante es que usted esté involucrado en ello y que se sienta feliz. Eso sí, la felicidad por hacer algo no escatima los dolores y el estar preparado para todo tipo de desavenencias, solo de usted depende hasta dónde puede llegar.

Por eso y muchas cosas más, "Yo podría estar escribiendo los versos más tristes está noche", como diría Neruda, pero gracias al buen Renato Cisneros he podido escribir en estas líneas un sentimiento de alegría porque me gusta lo que hago y para que usted, sin que se dé cuenta, llegué al final de este relato con una simple sonrisa.

A usted Sr. Cisneros, mi simple agradecimiento en demostrarme que me gusta lo que hago y que de todo y de nada se puede escribir.

Cambio y fuera

"Quiero hacer cosas imposibles..."

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