CAPITULO III: Improvisemos



Los días pasaron rápido y sin darnos cuenta el sábado llegó. El invierno en Lima ya había empezado por lo que el apelativo "Panza de Burro" a la capital le caía a la perfección. El clima estaba muy nublado y las calles estaban mojadas producto de esa característica garúa que hace que sea un placer el caminar por el asfalto. El sonido de los carros pasando por la pista mojada era agradable, una agradable melodía de libertad. Las personas caminan más rápido, como de puntillas para no mojarse, acomodándose sus bufandas hasta la boca para abrigarse un poco más. En nosotros, el invierno había llegado unos cuantos días antes, y es que el ambiente era muy frío. Anthony estaba insoportable producto de la infidelidad de Giannina lo que lo había vuelto desconfiado hacia cualquier mujer por lo que el buen Ramiro ya tenía miedo de hablar de la salida que tendría esa noche con Melissa.

Llegada la noche de aquel sábado, Ramiro se alistó muy rápido y sin pensar, ya que el hacer eso le evitaría el ponerse nervioso. Al  estar presto para ver a Melissa, fue cuando se dio cuenta que la tan ansiada salida ya se iba a hacer realidad y que de una buena vez iba a confirmar si ella era lo que aparentaba o todo quedaría en una simple ilusión. Al terminar de echarse el ultimo salpicado de perfume con sus manos para ponérselo en sus mejillas, miró al reloj del gato Felix y pensó que todo iba a ser una gran noche. 

Ramiro prendió la laptop y me conversó mediante el chat de una conocida página de red social:

- Chato.
- Ladra
- Oye, si todo me sale bien con Melissa dentro de un rato... ¿Fácil nos besamos no?
- Pues, si. Eso estaría genial, ¿no?
- Si... pero no sé.
- Oye huevas, ahorita no me vengas a decir que se te dio la revelación de que eres gay.
- Anda idiota, no es eso.
- ¿Entonces?
- Fácil la cago si la beso...
- ¿Cómo así?
- Pues... no sé. No sabría que hacer.
- Pues la besas y ya.
- ¿Como así?
- Oye, quieres que me vaya a tu jato y te chape para enseñarte?. No jodas Ramiro...
- No es eso!. Sino que... me refiero a que no sabría como actuar...
- Ah!, eso.
- Si, eso.
- Pues... Ok, supongamos que se besan. Consejo: usa las manos pero sin abusar. No tienes tentáculos así que toca lo que debes tocar, acaricia suavemente su rostro, su cabeza, su cintura. Esas cojudeces.
- Mmmm
- Básicamente es eso, no te quedes como idiota dándole un pico nomas, que te sienta. Que se cague el cerebro después de besarte y demuestra el porque sales con ella. Se el diferente, el sobresaliente, el Messi de todos los jugadorasos que tiene como pretendientes.
 - Manya
- Claro pues huevas. ¡Ah! hazla reír.
- Ok, ok. Le cuento chistes de Jaimito o qué?
- No seas idiota. Usa las bromas clásicas, bromea sobre alguien que está por ahí, de un político, de ti mismo pero con sutileza. OJO: la gracia es que seria de tus chistes, no de ti.
- ¿Cuál es la diferencia?
- La diferencia es que si se ríe de ti te verá como un payaso y como un buen amigo. Si se ríe contigo te considerará alguien gracioso y con el que puede pasar un buen rato en diversos momentos.
- Ah caray. Chato, tú debes ser todo un rompe-corazones.
- Ni cagando, es más fácil hablar como tercero cuando estas en ese tipo de situaciones.
- ¿En serio?. ¿ Acaso te interesa alguien?

Aquella ultima pregunta de Ramiro hizo que se me moviera el piso, que me quede contra las cuerdas como un luchador de box mareado por los derechasos infalibles que recibió de su contrincante y que sin que me de cuenta piense en mi situación con Lizbeth y en que pasaría si perdía el miedo en arriesgarme y no sólo invitarla a salir, sino invitarme a mi mismo a experimentar nuevas cosas que había postergado desde hace ya 3 años.

- Ramiro... ¿no se te hace tarde?
- Oye, verdad!. Gracias por los consejos. De ahí te cuento. ¡Estamos hablando!.
- Chau idiota. No la cagues nomas.
- Ya carajo. Deséame Suerte.
- La necesitarás. Chau.

"Me salve". Exclamé con calma mientras me alistaba a dar una vuelta. La lluvia me llamaba la atención y decidí sentir los chispasos por un momento mientras trataba de recobrar el sentido luego de la pregunta de Ramiro.

Al recoger a Melissa,  Ramiro pudo percibir que algo no estaba bien, ella no estaba sonriente como de costumbre e incluso estaba algo distraída al llegar al restaurante. Al empezar a conversar, Ramiro intentó ser gracioso usando las "consejos" que este humilde servidor le había dado hace unas horas; pero Melissa sólo correspondía con una sonrisa a medias.

De un momento a otro, Ramiro empezó a forzar temas de conversación. Empezó a usar esos temas que se usan cuando sencillamente ya no hay más que hablar: actualidad, el clima, criticar el mal servicio del lugar en donde se encuentran, etc. Y fue ahí en dondé Melissa desnudó la justificación del porque estaba así:

- Hablé con Javier hace una hora por celular.

Javier era el ex-enamorado de Melissa con el cual estuvo 3 años. Ramiro había oído de él sólo cosas referenciales: buen trabajo, buen sueldo, muy idiota y gilero compulsivo. Lo suficiente como para detestarlo sin conocerlo.

- ¿Y qué te dice?
- Pues... nada... conversamos.... y...
- Y...
- Me dijo para regresar.
- ¿Todavía lo quieres?
- No!!, nada que ver!. Pero es que siempre habrán recuerdos, cosas que pasamos juntos, ¿me dejo entender?
- Pero te ha chocado, por eso estas así.
- Obvio. Si te llama tu ex, con la cual tuviste un vinculo muy grande ¿no te movería el piso?
- Bueno, si. Me imagino.
- Ya vez...
- Deberías relajarte. No te digo que dejes de recordar los buenos momentos, pero dejalos ahí. Como lo que son, "buenos recuerdos".
- Si, eso lo tengo claro...
- Entonces...
- Entonces... ¿Qué?
- Sonríes y continuamos?
- Jajaja... OK!

Mientras Ramiro había logrado, sin darse cuenta, tener una conversación más fluida con Melissa; yo estaba paseando por un supermercado decidido a comprarme algo para comer. Me gustaba pasear por aquel pasadizo iluminado con luces blancas en donde todo luce ordenado y clasificado. Mi cabeza en esos momentos estaba como aquel pasadizo, con todas las cosas en su lugar. Si algo se desordenaba un poco, aparecían ideas como esos hombres de polo amarillo para ordenar las cosas. Y fue ahí cuando el desorden llegó a mi cabeza, al acercarme a pagar lo que había comprado, Lizbeth estaba adelante mio totalmente sola pagando las mismas cosas que yo estaba comprando.

- Hola Cesillar.
- Hola Liz.. ¡mira dónde te vengo a encontrar!
- Siiii, estaba de pasada...
- Ah mira...
- Si pues... estoy algo aburrida así que... no sé... decidí venir a ver algunas cosas y despejarme. ¿Tú?
- Pues vine a comprar algo de comida.
- ¿No hay nada planeado?
- Pues... no, nada en realidad. ¿tú?
- Ya te dije que estaba aburrida...jajaja
- Jajaja, cierto. ¿Quieres un café? Así conversando nos desaburrimos y de paso dejamos pasar a que la señora pague sus cosas. Nos está mirando mal la tía...
- Jajaja, ok. Vamos.

Bingo. Lo hice. La invité. Lo malo es que me acababa de dar cuenta que había gastado 20 soles por las puras en el taxi, comprando una gaseosa dietetica y unos cuantos bocaditos.

*********************

Al llegar a aquella fuente de soda por esas calles pequeñas de Jesús Maria, Lizbeth me fue sorprendiendo mientras hablaba. Contaba todos los detalles de su vida de una manera muy libre y alegre, movía las manos con elegancia, como si estuviese recitando una poesía, ponía mirada perdida cuando sabía que decía algo tonto y me agarraba la mano para calmarme cada vez que decía algo muy fuerte y honesto.

Fue en ese momento de risas incontratables entre ambos, en lo que ella me dice:

- Tengo un amigo que vive por aquí...
- ¿En serio? A mi siempre me han gustado estas calles. Me gustaría vivir aquí algún día.
- Que curioso a mi también...

Mientras ambos nos dimos una mirada cómplice, ella se acomodó su cabello con su mano derecha y atino a mirarme y seguirse riendo. Yo puse una pose de galán: manos al bolsillo, mirada perdida, mientras por dentro los nervios hacían que no sepa realmente lo que sentía ni que más agregar a la conversación.

- Oye, vamos a ver a mi amigo. Tiene una reunión, algo así. Me invitó pero no tenía ganas de ir. ¿Vamos?.
- ¿Ahorita? Pero ni bien vestidos estamos... - Dije con risueña sorpresa -.
- ¡Que importa!, vamos a cantar. Es una reu- Karaoke.
- Jajajaja, ¿estas loca?, ¿de verdad lo dices en serio?
- Que siiiii... vamos!
- Mmmmm ya Ok, vamos de una vez. Aprovecha que estoy en mis 5 minutos de locura e improvisación.
- Jajajaja. Ya vamos!.

Me agarró la mano, me arrastro unos cuantos pasos, y tomó mi brazo sin perder ambos la sonrisa.

Si bien no estábamos con nuestros mejores vestimentas, eramos nosotros mismos en una noche sabatina. Entramos a aquel departamento de un nuevo condominio que había sido construido en la Av. Salaverry y ella empezó a pedir un trago mientras yo me presentaba con todo el mundo. Ella me seguía tomando del brazo.

Sin darnos cuenta, ya habían pasados dos horas y 4 rondas de chilcanos, piscos, vodkas y demás pócimas misteriosas hechas por pura curiosidad. No recuerdo en que momento ya hablábamos de todo con todos y el departamento se volvió un loquerío de un grupo de muchachos veintañeros que sólo querían divertirse.

Fue en ese momento en el que me calme y dejé de tomar mi trago. Me di cuenta que ambos estábamos conectados por la locura. Ella se paró encima de un mueble y cantaba junto con las otras chicas mientras se abrazaban y los hombres sólo atinaban a reírse. Fue en ese momento en el que me miró y, cuando dijo esa frase de esa canción, me di cuenta que Lizbeth era mucho más que una chica con blusa blanca, cola de caballo y lentes de secretaria. Ella era un ángel indomable e increíble. Ella gritó a todo pulmón, aquella odiosa canción de Karaoke:

"Eternamente bella, bella!, Con un hechizo de gitana..."

Las carcajadas entre ambos aumentaron y cuando acabo la canción nos dimos cuenta que ya era el momento de irnos. Salimos, tomamos el taxi y ahí un abrazo fue el premio a una improvisada reunión. Si bien nos besamos constantemente, no era algo muy agradable sentir el intercambio de olores de alcohol entre ambos. Eramos un par de ebrios que, a pesar de todo, se seguían riendo.

Ramiro estaba en un bar haciendo reír a Melissa que ya había dejado atrás la llamada improvisada de su ex, Lizbeth estaba divirtiéndose como nunca al lado mio mientras nuestra confusión se hacía más grande. Pero no todo en esa noche fue mágico, Anthony estaba en su casa, sentado. Negándose a salir mientras  empezaba a aceptar su soledad y a disfrutar el silencio.

Cambio y fuera.

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