Lo Pendiente
Sentado en el cubículo color casi plomizo de la oficina, redacto desesperadamente 4 correos al mismo tiempo que servirán para aniquilar aquellos temas pendientes que fueron marcados con "banderita roja". Debo admitir que siempre he sido maniático de terminar todo el mismo día y de no dejar nada para el futuro; sin embargo, me he dado cuenta que esto es imposible ya que día a día siempre se tiene que resolver cosas enganchadas con labores realizas los días pasados. Mi jefe, algo pensativo, se acerca y me dice una frase que, al inicio, me asustó un poco:
"¿Tienes un minuto?. Hay algo de lo que debemos conversar".
Al escuchar estas palabras pensé que había malogrado algo o que simplemente era el fin de mis días en el trabajo. Los pensamientos volaban una y otra vez mientras él hablaba. Solo lo veía gesticular ya que lo único que escuchaba eran mis pensamientos llenos de temor y hasta pensaba en como iba decir en mi casa que volvería a ser un mantenido. Fue entonces que se escuchó la frase que lapidaría todos mis miedos:
"Y... bueno, es por eso que necesitamos que te vayas de vacaciones ya".
Si bien unas vacaciones no me caían mal ya que estaba apunto de volverme algo paranoico con tanto trabajo como ha quedado plasmado en el párrafo anterior, el que no estén planificadas no me caía tan bien que digamos. Además, mi tiempo estaba cuidadosamente medido por lo que el que un evento como este movería notoriamente todo lo ya planificado. Aún así, y siendo realistas, no me queje y tomé muy sonriente mi "obligación" de irme de vacaciones. Tremenda responsabilidad ¿no?.
Y así empezaron mis vacaciones llenas de alegría, tiempo libre, despertándome tarde pero sintiéndome más solo que Adán en el día de la madre. Aceptémoslo, ¿quién tendría vacaciones a finales de Mayo?. Bajaba las escaleras y no veía a nadie en casa. Mi madre salía temprano a realizar algunas gestiones y yo me quedaba con la tele y el Internet. Era genial tener libertad en tu casa, pero si no tenías a nadie como que no se aprovechaba al máximo eso. Fue así que decidí armar una lista con las cosas pendientes que tenía desde hace meses e inclusive desde el año pasado. No fue difícil armarla, lo difícil fue poner cosas que se que iba a cumplir.
Primero fui a hacer ejercicios escuchando música para motivarme. El salir corriendo por las calles hasta llegar a San Borja Norte me revitalizó completamente. Después de unos momentos no sentía miedo, no sentía las obligaciones por cumplir, no sentía las presiones del trabajo, no sentía nadie que me detenga, pero, principalmente.... NO SENTÍA MIS PIERNAS. Los dos años consecutivos de vida sedentaria me estaban pasando factura y eso se vio reflejado en que llegue a casa luego de cinco paradas, cuatro gateorades e innumerables sensaciones de mareo. La gracia me duró dos días, una (casi) contractura y dos días en cama con dolores interminables en las piernas. Terrible.
De la lista que había armado, el 90% trataba de una cosa: ordenar mi cuarto y todo a su alrededor. Confieso que los cajones estaban muy desordenados y que encontré cosas que jamás pensé ver. Una de ellas fue la fotos de mi etapa pre universitaria, cuadernos con algunos correos antiguos, sobres llenos de los CD's que quemé en el 2002. Pero hubo algo que me llamó la atención; dentro de un chaleco el cual nunca uso, tenía celosamente guardado en uno de sus bolsillos ciertos escritos que hice cuando tenía entre 12 hasta los 18 años. Eran escritos muy simples, directos y la mayoría trataba de lo que usualmente escribe un adolescente: amor, desamor, quejas, deseos de libertad, incomprensión de sus gustos musicales y deseo de que la etapa escolar termine cuanto antes. Al leer cada uno de esos escritos, me sorprendió el ver como la firmeza de mis ideas era muy bien estructuradas en aquellas hojas A4 que fueron arrancadas de un cuaderno Stanford. Asimismo, recordé de lo poco criterioso pero decidido que era, del miedo a no equivocarme y del vértigo con el que hacía las cosas con una pasión efervescente y de como eso motivaba a los demás. Recuerdo que una vez Diego, mi amigo entrañable, dijo que le motivaba el como jugaba fulbito con él ya que, a pesar de no ser un virtuoso con el balón, me daba al máximo haciendo que todos disputen cada balón como si fuese el último.
Primero fui a hacer ejercicios escuchando música para motivarme. El salir corriendo por las calles hasta llegar a San Borja Norte me revitalizó completamente. Después de unos momentos no sentía miedo, no sentía las obligaciones por cumplir, no sentía las presiones del trabajo, no sentía nadie que me detenga, pero, principalmente.... NO SENTÍA MIS PIERNAS. Los dos años consecutivos de vida sedentaria me estaban pasando factura y eso se vio reflejado en que llegue a casa luego de cinco paradas, cuatro gateorades e innumerables sensaciones de mareo. La gracia me duró dos días, una (casi) contractura y dos días en cama con dolores interminables en las piernas. Terrible.
De la lista que había armado, el 90% trataba de una cosa: ordenar mi cuarto y todo a su alrededor. Confieso que los cajones estaban muy desordenados y que encontré cosas que jamás pensé ver. Una de ellas fue la fotos de mi etapa pre universitaria, cuadernos con algunos correos antiguos, sobres llenos de los CD's que quemé en el 2002. Pero hubo algo que me llamó la atención; dentro de un chaleco el cual nunca uso, tenía celosamente guardado en uno de sus bolsillos ciertos escritos que hice cuando tenía entre 12 hasta los 18 años. Eran escritos muy simples, directos y la mayoría trataba de lo que usualmente escribe un adolescente: amor, desamor, quejas, deseos de libertad, incomprensión de sus gustos musicales y deseo de que la etapa escolar termine cuanto antes. Al leer cada uno de esos escritos, me sorprendió el ver como la firmeza de mis ideas era muy bien estructuradas en aquellas hojas A4 que fueron arrancadas de un cuaderno Stanford. Asimismo, recordé de lo poco criterioso pero decidido que era, del miedo a no equivocarme y del vértigo con el que hacía las cosas con una pasión efervescente y de como eso motivaba a los demás. Recuerdo que una vez Diego, mi amigo entrañable, dijo que le motivaba el como jugaba fulbito con él ya que, a pesar de no ser un virtuoso con el balón, me daba al máximo haciendo que todos disputen cada balón como si fuese el último.
Si bien ahora ya no pienso en los temas anteriormente nombrados, debe admitir que aveces es bueno mirar al pasado y recordar que tipo de personas fuimos y no crearnos barreras por "cuidar nuestro entorno". Es bueno el corregir las cosas malas que hemos hecho, pero no caigamos en la facilidad de olvidarnos de quienes somos realmente.
Tal vez no haya cambiado mucho, o tal vez si, solo el tiempo lo dirá. Sin embargo, lo que realmente si sé es que me siento motivado y que no hay que quejarnos de los errores o cosas que hicimos antes con la típica frase de "era joven y no sabía lo que hacía". El renegar de quien amamos antes sería renegar de quienes fuimos en aquel entonces, y eso sería lapidarnos nosotros mismos.
Somos humanos, nos equivocamos y mejoramos; pero nunca perdamos la sensación de donde vinimos y como vinimos.
Con esa sensación, encontré a mis amigos de la pre y espero verlos pronto y cuando eso suceda, no escribiré sobre el como venimos, sino de adonde vamos. No necesitaba vacaciones para descansar, sino para volver a encontrar esa gasolina de calma que hace funcionar el corazón y las ganas al hacer las cosas. Como cuando tenía 16. Sin el dolor de piernas, claro.
Cambio y Fuera.
Quién como tú que te obligan a salir de vacaciones...
ResponderEliminarajá, maldito. Estabas de vacaciones y no fuiste a mi cumple rockero jajaja morirás U_U!
¿Cuánto tiempo? Si una empresa puede prescindir de alguien durante un mes, es que no lo necesita.
ResponderEliminarEn realidad fueron 10 días. Eran vacaciones acumuladas del año anterior que ya eran observadas. Bueno, al menos eso es lo que me dijeron.
EliminarSaludos!.