CAPITULO VI: Revelación y Revancha




Anthony abría la puerta del edificio en donde se encontraba su departamento. Saludaba amablemente al portero y este le entregaba varios sobres que habían llegado con atención a él de los cuales la mayoría eran estados de cuenta u ofertas que luego terminarían en la basura. Caminó tranquilamente hasta el ascensor y marcó el número tres a fin de poder llegar rápidamente a comer algo, ver la TV y así descansar de aquel ajetreado día.

Su vida estaba en relativa calma, el empezar a trabajar en aquella oficina en Surco hacían que cada día sea una nueva aventura. Sus pensamientos estaban despejados y atinaba a salir con cada chica nueva los fines de semana. Si pasaba algo, se escudaba en el "no busca nada en serio" y si no pasaba nada, se relajaba y seguía tranquilo conversando con otra persona.

Se abrió la puerta del ascensor y miraba cada recibo pasándolo una y otra vez como si fuese a llegar una carta importante. Escuchaba en sus audífonos "Lucky Man" de The Verve y tarareaba los estribillos de la canción moviendo ligeramente la cabeza y caminando un poco lento como bailando al ritmo de la misma. Metió la llave en la puerta del departamento 302 y se dio cuenta que esta estaba abierta. Se quitó los audífonos rápidamente y la abrió sigilosamente no teniendo nada en la cabeza pero conservando la guardia en sus puños.  Entro muy callado y vio en medio de aquel mueble viejo lo que cambiaría su día: Era Giannina.

- Hola. Dijo ella de forma temerosa, arrepentida. Con una risa forzada deseando haberlo hecho con mayor emotividad.
- Hola. Veo que convenciste al chico de la puerta. ¿Quieres algo de tomar?. Dijo rápidamente  Anthony mientras cerraba la puerta tranquilo y no la miraba ella. Tiró su mochila en otro mueble y los recibos en la cocina.
- Solo le dije que venía a recoger algunas cosas. Y si, deseo tomar agua...

Anthony regresó a la cocina. El silencio incómodo y sepulcral eran el complemento a la inexpresiva incomodidad que adornaba su rostro. Llenó el vaso y se lo llevó. Giannina lo recibió con miedo y no le miró de frente. El cogió una pequeña banca, la puso al frente de ella y se sentó mirándola fijamente por un minuto el cual parecía una eternidad.

- Bien, ¿Qué deseas?. Si has venido aquí es por algo. Dilo rápido. Te escucharé todo lo que me tengas que decir y te responderé lo que quieras escuchar. Solamente habla.

Las palabras directas y frías de Anthony mientras se sentaba cruzado de brazos y la mirada fija hacía que Giannina se confunda más. Abría la boca pero no emita sonidos, apretaba el vaso muy fuerte y miraba al piso o a los costados mientras se le hacía un pequeño y disimulado nudo en la garganta.

- Es que no sé como empezar.
- Solo dilo y ya. Te escucho. Dijo Anthony calmado pero desafiante.
- Es que... Disculpa... son muchas cosas. Quiero que olvides todo... no sucedió como pensabas.... es difícil.
- Mira, te lo haré corto: no te odio, no estoy enojado contigo, si lo hiciste fue por algo y, la verdad, saberlo a estas alturas no cambiará nada. ¿Eso quieres escuchar?
- Vine aquí dejando mi orgullo de lado para hablarte y pedirte perdón. ¿Eso es todo lo que me tienes que decir?.
- La verdad si. Sino te busqué para encontrar respuestas fue por eso. No quería incomodarte. Tú le pusiste punto final al ponerme los cuernos. Tú lo hiciste, yo no. Ahí quedó.
- Es que... esperaba más...
- Aveces hay que ser de piedra para no esperar más de los demás. Yo esperaba todo de ti... pero conmigo. Nunca nada malo. Lo hiciste y ya, punto.
- ¿Podemos ser amigos?
- Los amigos confían uno del otro. Yo no confío en ti.

Las ultimas palabras de Anthony estuvieron acompañadas de su mirada fría la cual nunca cambió a lo largo de toda la conversación. Giannina sonrió pero no de manera feliz, sino como aceptando un desplante, su error al careo innecesario y el triste epílogo a una etapa que debió terminar hace mucho.

- Yo si te quería. Solo fue un error mio.
- Pues tu error trajo consecuencias. Ya te dije que no te odio, solo hemos vuelto a ser extraños y deseo que siga siendo así. Esto es la factura de tus actos.

Giannina, agarró sus cosas y se fue raudamente. Anthony dio la vuelta y camino lentamente a la puerta para cerrarla. Al hacerlo, apoyó su cabeza en la misma y se quedó todo en silencio. Se sintió desubicado. Nunca antes había dicho tantas mentiras.

*******

Ramiro salía con Melissa pero él ya no percibía la emoción de los primeros meses. Seguía enamorado de ella, pero ya no veía necesario manifestarlo tan efusivamente. Melissa por su parte dejaba que Ramiro tenga su espacio, que se distraiga en demás cosas. Se interpretaba que habían llegado a la etapa de la comprensión.

Era viernes y Ramiro había planificado salir con Melissa el sábado. Lo único claro era que saldrían, no planeo que hacer y a donde ir, deseaba volver a tener esa emoción de simplemente "ver que pasaba" y así poderla sorprender. Mientras caminaba a su casa y pensaba en como se lo diría, ingresó a un autoservicio para comprar una bebida. De la nada, sintió como una mano pequeña y suave de una chica se ponía en su hombro y su rostro se acercaba para decirle algo en el oído:

- De todos los lugares que hay, ¿te tendría que encontrar aquí?. Dijo Pía mientras se acomodaba el cabello y le sonreía de manera llena de deseo adornado de ternura.

Ramiro se puso algo nervioso, se le calló la bebida y la levantó rápidamente, sonrió de manera nerviosa y solo atino a mirarla pero sus ojos lo traicionaban y se fijaban unos segundos en el escote sutil que tenía Pía el cual lo transporto a lo que pasó en ese Hotel de Miraflores.

- Casualidades de la vida le dicen. ¿Tú que haces por acá?.
- Vine a ver a una amiga, vive por aquí. No sabía que vivías cerca, así te podría visitar cualquier día...
- ¿Porqué asumes que vivo cerca de aquí?.
- Porque nadie a las 8:00 PM un Viernes llega a un autoservicio a comprarse solo una bebida energizante y papitas fritas. Si visitas a un amigo mínimo hubieses comprado trago. ¿O no?.
- Si, eso creo. Vivo cerca pero aún no tiene sentido lo que dices, es muy relativo.
- Pues tiene sentido que te dije cualquier barbaridad y aceptaste que vives cerca. Entonces tenía razón.

Pía le quito su pedido y Ramiro se quedó parado aceptando que era un completo estúpido. Ella pagó todo y le hizo señas con la mano para retirarse mientras sonreía. Ramiro le correspondió aceptando su derrota y decidieron caminar hacia la casa de la amiga de Pía.

- Tu enamorado...
-  ¡Ay, Ramiro!. No seas aburrido, no hablemos de eso, no seas agua fiestas.
- Ok, solo preguntaba...
- Olvídalo, ahorita solo estamos los dos. ¿Acaso yo te pregunte por tu "enamoradita"?
- Es enamorada, sin diminutivos.
- ¡Uy!, que sentimentalista resultaste. ¿Sabes donde está ahorita?.
- Debe estar en su casa o con amigas. Ya le hablaré más tarde.
- Que confiado eres...
-  No todos son como tú. El ladrón juzga a todos por su condición.
- Jajaja. Eres tan incauto, por eso me agradas tanto.
- ¿Soy tu payaso?
- Pues no. Me haces ver que todavía hay gente buena por aquí.
- A mira, ahora soy muy idiota.
- Jajaja, me río demasiado contigo. Solo déjalo así...
- Ok, como digas...

Llegaron a una casa de dos pisos de techo alto el cual tenía un foco en el marco que se iluminaba automáticamente al sentir a alguien al frente de la puerta.

- Ok, aquí vive ella. Dijo Giannina.
- Perfecto, cuídate.

Cuando Ramiro se prestaba a darle un beso a la mejilla de despedida, Pía aprovecho en tomarlo por la nuca y abrazarlo fuertemente para luego besarlo apasionadamente. Ramiro correspondió y se dejo llevar en ese instante.

- Eres genial. Aquí tienes mi dirección y número. Llámame mañana a las 11 o visítame. No te arrepentirás.

Entró rápidamente a la casa y Ramiro acababa de darse cuenta que estaba entrando a un juego totalmente nuevo para él. No evaluó la situación: él era fiel a Melissa y saldría con ella por lo que todo quedó descartado. Decidió olvidar el momento.

El día sábado Ramiro se alistaba a ir recoger a Melissa y luego ya vería que hacer. Lo único que quería era pasar tiempo con ella y seguir compartiendo minutos de vida. Curiosamente, yo estaba por salir con una amiga de la universidad a quien todos le decían que haríamos una grandiosa pareja pero que, para decepción de todos, ninguno de los dos estábamos enamorados. Eramos el típico caso de dos chicos que se complementan perfectamente pero que jamas ocurriría algo. Un par de buenos amigos.

Estaba sentado con ella, decidimos pedir algo y comer unos piqueos mientras nos burlábamos de los que pasaban. En ese instante veo que en la otra esquina del restaurante, llega Ramiro con Melissa y empiezan a ordenar y a conversar. Decidí no interrumpirlos, ni siquiera en acercarme a ellos. Sin embargo, fui testigo de una de las peores decisiones de Ramiro.

Mientras estaban tomando algo, por alguna extraña razón, la conversación cambio de color y empezaron a  juzgarse uno al otro. Ella le reclamaba de su poca participación en la relación y como él ya no le prestaba la atención de antes. Él le decía que eso no era así, que detestaba estar en esas reuniones de sus amigas en la cual él era un simple adorno y tenía que soportar las abrumadoras y estresantes carcajadas de su grupo de amigas. Ella le devolvió el golpe reclamándole sobre sus inmaduros y alcohólicos amigos. Sobre esto último se refería a Anthony y a mi.


- ¡Aquí vamos de nuevo!. Dijo Ramiro.
- ¿De nuevo qué?. Tú ya empezaste otra vez dirás... 
- Cállate Ramiro, solo sabes quejarte  y hacer bromas estúpidas. 
- ¡Uy! que linda la chica. Tú solo haces más preguntas que un agente del FBI. 
- Disculpa, ¿Eso fue otra broma estúpida? 
- Disculpa, ¿Eso no fue otra pregunta? 

Ramiro pidió la cuenta, dio el último sorbo de su trago y todo quedó en silencio. Salieron y fue entonces en donde Melissa dijo que solo quería irse a casa. Ramiro la acompañó, no hablaron en el taxi.

Al llegar a la casa de Melissa, Se sentaron y pidieron disculpas el uno al otro. Fue en ese entonces que Melissa le confesó algo a Ramiro, el porqué de todo lo que estaba pasando.

- Ese día que me dijiste que no saldríamos, estaba en casa. Y... me llamó mi ex enamorado y me dijo para conversar y yo le dije que no. Vino a mi casa y hablamos en la sala...

Conforme avanzaba a relatar lo que había pasado ese día, Ramiro solo la veía como ella se iba desmoronando poco a poco y como el sonido de los carros en la avenida se hacían más altos. No escucho los detalles, solo escuchó la frase que impulso el más grande de sus errores:

- Nos besamos, no lo deseaba pero pasó. Lo boté de mi casa y no quiero verlo. Pero todo eso me ha confundido. No sé que pasa Ramiro, él dice que cambió para bien y eso me aterra. Encima tú estas algo alejado...

Ramiro se retiró lentamente sin mirar atrás. No escucho, vio o sintió  algo dentro de si mientras caminada raudamente por la Av. Salaverry. Solo caminaba cuadra a cuadra recordando la ultima linea de la conversación, las preguntas, las mentiras, la farsa, lo estúpido que se sentía, su orgullo magullado y en como en todo este tiempo Anthony tuvo razón sobre el tratar mal a las mujeres.

Paro en una esquina, compró una cajetilla de cigarros y paró el primer taxi que pasaba. Se sentó atrás y miraba la calle que le llevaba a aquel misterioso lugar. Era el primero que se le vino a la mente, no pensaba en nada más, el actuaba simplemente por actuar ya que era la furia hecha persona. Su mirada detonaba cualquier explosión que pudiese haber.

Mientras tanto, Melissa quedo ahí sentada, dolida, no sabiendo como actuar y como afrontar todo. Quería llamar a Ramiro, pero no lo hizo. Decidió que era mejor dormir, entrar a casa a descansar y que en su almohada descansen toda la revolución de ideas que habían hecho que su cabeza esté a punto de estallar. Al entrar a su cuarto, se cambio en un minuto, apagó la luz y se echó a dormir. Una lágrima fue el perfecto final para su noche.

Ramiro pagó el taxi que había tomado, cruzó raudamente la pista de doble sentido y entró a un edificio aprovechando que un señor salía.

- Oiga, ¿a quién busca? Dijo el Señor de avanzada edad que cuidaba la puerta.
- ¡No me joda! Dijo Ramiro mientras corría y saltaba los escalones para llegar al piso 5.

Al estar frente a la puerta, apagó el cigarro con su zapatilla, y antes que toque el timbre la puerta se abrió. Sonrió mirando fijamente a los ojos de quien abrió la puerta y solo atinó a decir aquella frase que iniciaría una etapa de más confusiones en su ya complicada situación.

- Aquí estoy... Pía.

Lo demás, es historia.

Cambio y Fuera

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