CAPITULO VII: Atrapado en un rompecabezas





Anthony era un hombre resentido que disimulaba su soledad con salidas casuales; Ramiro era un chico torpe inmerso en situaciones absurdas y yo estaba sentado totalmente solo en una barra con una cerveza mirando como un grupo de treintañeros intentaban hacer un cover decente de "In Between days" de The Cure. Definitivamente, algo no andaba bien.


El trío de chicos bromistas que solían burlarse de todos y embriagarse los fines de semanas ya no existía. Cada uno estaba inmerso en sus proyectos personales y crecían profesionalmente a pasos agigantados. A pesar de tener nuestra cuota de irresponsabilidad en nuestra vida social, todo esto contrastaba con nuestro perfil laboral y estudiantil: metódicos, responsables y llenos de ganas de seguir mejorando.

Terminé en esa barra porque no quería verlos a los dos. No quería que Ramiro se lamente de su vida y sus situaciones y no quería escuchar a Anthony como alardeaba de las chicas que conoció pero que olvido en el siguiente fin de semana.  Me di cuenta que no era lo suficientemente tonto como Ramiro pero tampoco podría llegar a ser lo suficientemente frío como Anthony, debería ser simplemente yo.

De todas las chicas que conocía, mi actitud de decirle a Lizbeth que las cosas deberían de quedar en un "hasta aquí nomas" no era lo que realmente quería. Me había dado cuenta que la famosa "pausa" nunca existió ya que seguíamos en contacto, nos matábamos de risa, ella me confesaba muchas cosas y yo le confesaba las mías. Es más, en todo este tiempo que Anthony y Ramiro estaban inmersos en sus problemas, la única persona con la que podía salir era con Lizbeth. Nuestro vinculo creció, todos pensaban que estábamos juntos pero lo negábamos burlándonos el uno del otro.

Fue en ese instante que me puse a pensar en todo lo que pasó con ella y en como se inició todo en esa noche de irresponsabilidad en la que nos colamos a una fiesta y todo fluía. Mis pensamientos no pretendían escribir algo romántico ya que aquella vez que conversamos sentados en el mueble de la terraza, le dije que nunca es bueno mostrar en una gran magnitud los sentimientos por más que uno quiera mucho a otra persona. Es más, ahora, aún al escribir estas líneas y faltar a mi promesa, no seré tierno ni un romántico vestido de juglar recitando dulces estrofas para su musa; hoy seré un simple escritor que, con frialdad y café en mano, plasmará con fundamentos la razón de como he llegado a esta encrucijada innecesaria:

FUNDAMENTO I: "¿Gua da fac?"

Las letras vienen y van producto de escuchar canciones dedicadas hacia dulces damiselas que, usando sus increíbles y extrañas técnicas de mirar mientras enseñan una diabólica, cómplice pero tierna sonrisa, atrapan a un incauto muchacho que les muestra el calor en medio del invierno y las hagan escuchar los susurros de un cumplido entre los gritos de un mundo desolado. Todo eso es síntoma que algo en mi no anda bien, que por más poético que me ponga yo no soy de escribir halagos adornados de encriptada ternura.

FUNDAMENTO II: El Contacto. No, no ese contacto.

El agarrar sus manos y que se acerque a mi recostándose en mi hombro en sus risotadas inocentes es otro carácter extraño que desconcierta mi actitud de "Macho que se respeta". Mientras el ego de mi hombría cede ante sus encantos simples, pongo mi mano en su rostro de manera sutil para sentirla y dibujarle una sonrisa. Confirmo que estoy indefenso ante su aura angelical y que estoy perdiendo la batalla a la razón siendo el sentimiento un contrincante enardecido difícil de vencer.

FUNDAMENTO III: Espera, pera.

Otra vez la bufanda no ayuda a amilanar el castigador frío limeño que es acompañado de su vil aliado "la garúa": pequeñas gotas de agua incesantes que mojan mis anteojos e impiden tener el panorama claro. El invierno hace que mi vista sea más limitada de lo normal y el cigarrillo no me ayuda ya que yo no fumo.  Pero ahí sigo, con una incómoda esperanza de que salga rápido para acompañarla unas cuadras hasta donde el recorrido a mi casa no sea muy lejano. Mi premio es un beso a la mejilla que termina siendo el consuelo de un sacrificado gesto acumulado al frío, el regocijo y la tonta sensación de haber logrado algo sin tener nada.

FUNDAMENTO IV: La amenaza fantasma.

Un amigo suyo interrumpe el momento en el que me cuenta una de sus tantas absurdas pero inexplicables  y atrapantes historias de fin de semana. De un momento a otro paso a ser un tercero ya que las bromas y risas que hace un momento me iluminaban, ahora son solo unos rayos de luz a un muchacho parado en medio del callejón de aquella calle peligrosa que está a la espalda de un restaurante chino. La "nada" me embarga y no sé si irme disimuladamente o caminar hacia la puerta y escuchar música camino a casa como si nada hubiese pasado. Me siento como cuando a uno le cantan el "Happy Birthday", parado en medio de todos, sintiendo como te miran y no sabiendo adonde mirar, estar serio o sonreír mientras todos esperan que soples la vela. Mientras en mi mente divagan miles de ideas, me doy cuenta que me he quedado dormido despierto, que el sujeto ya se fue y que ella quiere seguir hablando conmigo devolviéndome la sonrisa perdida.

FUNDAMENTO V: La realidad

Por más que las palabras escritas se asemejen a lo que pasa por mi cabeza, me niego a caer en el laberinto de una relación. Asimismo, ella considera que no es el momento para analizar una nueva propuesta ya que su mente divaga entre el pasado, la intranquilidad y la búsqueda implacable de la paz en las noches de los domingos. Sus suspiros son solo exhalaciones vacías de un amor incomprendido y su mirada es el reflejo de la fragilidad de una belleza sumergida en una bola de cristal.

Dije que las palabras no serían tiernas y no lo son, solo son descripciones gráficas de una sensación relajante mas no esperanzadora. Hasta que todo esto alcance el nivel que deba alcanzar cuando alguien me haga sentir en toda su magnitud todo lo escrito, una bufanda negra abrigará mi cuello en cual ha quedado invadido de innumerables nudos de trabada alegría; mientras ella, simplemente, seguirá sonriendo.

Suena mi celular, es Anthony quien me llama. Me dice que está con una nueva (si, otra) chica que le pareció interesante y que lo está acompañando Ramiro con Melissa.

- En serio, no jodas. ¿Quieres que esté ahí de violín?
- Anda enano, no seas agua fiestas. Hace tiempo que no salimos en grupo. Facil empalmas por aca con alguien. Baja nomas. 

Mientras Anthony me daba esperanzas y me animaba a que vaya, pensé en mis fundamentos y todo lo que había pensado previamente. Cogí mi celular y decidí llamar a Lizbeth.

- ¡Cesarín!, ¿Que milagro gastando saldo? Jajaja
- Los milagros existen. Dicen...
- ¡Calla Pavo! jajaja. Ya, dime ¿para que soy buena?
- En realidad para nada...
- Jajaja, ¡Sonso!. Ya, habla...
- ¿Vamos al Irish?. Están mis dos amigos con sus flacas y no quiero estar de violín...
- Osea que por eso nomas me llamas. Tú si que eres bien torpe ¿no?
- Jajaja, ¿Porqué?
- Mira, si me estuvieras afanando, te colgaría y bloquearía de por vida por idiota...
- Ya oie, menos drama y más acción. ¿Vamos?.
- Ahí esta, con eso me reconquistaste. Decisión hombre, Decisión...
- Jajaja ¡Ya, basta!. ¿Vas o no?
- Recógeme pues. Gasta siquiera...
- Carajo, que difícil eres.
- Soy mujer, querido, compréndeme...
- Jajaja. Ok, te veo en 30 minutos. Estoy cerca.
- ¡Uy! rapidito...
- Mmm, depende...
- ¡Oie!, ¡respeta!. Guárdate algo, jajaja
- Jajaja. Ya, ahí voy...
- Dale, te veo.
- Ok, nos vemos al rato.
- Chaufis...

Sin darme cuenta ahí estábamos los tres pero con otras tres nuevas protagonistas, responsabilidades y retos. Ramiro disfrutaba el rato con Melissa y estaba pensado en como cerrar su historia con Pía. Anthony decidía que esta nueva chica tal vez podía ser un verdadero nuevo inicio y yo estaba escribiendo la tan prolongada e innecesaria pausa con Lizbeth. Las historias, por arte de magia, se volvieron a encontrar en un bar y con unos cuantos tragos de más. Las sonrisa y miradas entre las parejas iluminaban nuestros recuerdos y nos hacían ver que tal vez, solo el tomar una simple decisión haría que lleguemos a la tan ansiada tranquilidad.

Sonó el celular de Ramiro, era Pía. Ella estaba llorando y le pedía que vaya. El le colgó. Si pensaba en terminar su historia con ella, aquel acto había iniciado, sin darse cuenta, el triste epílogo de una mala decisión. Yo, en cambio, había decidido arriesgarme con Lizbeth, y ahí se inició todo.

Cambio y Fuera.

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