CAPITULO VIII: Trama y Desenlace



Ramiro estaba en una situación incómoda: aceptó que su enamorada había besado a su ex enamorado y quedaron en dejar el tema ahí. No lo aceptó por que lo comprendió, sino porque su conciencia lo juzgaba ya que el salía en las noches con Pía y dejaba que fluyan sus pasiones sin ton ni son. Se complicó cuando no debía complicarse. Tuvo un ataque de moral que lo hacía ver las cosas más confusas de lo que debían ser y él mismo las había llevado a ese punto. Estaba en su cama, sonaba "Last Nite" de The Strokes mientras el caminaba pensando que hacer. El reloj del gato Felix era el complemento a aquel escenario de desconcierto.


Anoche lo había llamado Pía llorando pidiéndole que vaya y él le colgó decidiendo quedarse con sus amigos. Aquella fatal decisión hizo que, al llegar a su casa, piense en una solución a todas sus confusiones y poder estar realmente tranquilo. Extrañaba el tiempo en que estuvo solo, en que no tenía que preocuparse de si salía o no con alguien, en que las salidas eran solo con  amigos y en no dar explicaciones si demoraba en llegar a un lugar. Extrañaba que la calma sea simplemente leer cosas del trabajo y alejarse. Solo quería eso: Alejarse de todo. Acabada la canción, supo que hacer.

Se levantó temprano aquel Domingo y citó a Melissa a tomar un cafe a las 6:00 PM. Al llegar a conversar el estaba callado, algo fastidiado. Miraba fijamente a una mesa, estaba distraído y no le hacía mucho caso a lo que hablaba Melissa. Al sentarse los dos, Melissa estaba no solo confundida con la actitud de Ramiro sino que estaba algo asustada por como el renegaba hasta del porque los sobres de azucar los hacen tan pequeños.

- Ramiro, ¿Qué ha pasado?
- Melissa, estos días no he sido realmente yo...
- ¿A que te refieres?
- Desde que conversamos esa vez en tu casa, han pasado muchas cosas...

Quedo un silencio sepulcral en el ambiente, Melissa sintió que todos los estaban mirando.

- ¿Me has traído a un lugar público para evitar escenas no?. ¿Me quieres terminar?
- No, realmente no. No quiero terminar contigo...
- ¿Entonces que sucede?

Ramiro respiró hondo, dio un sorbo largo a su café y no le importó quemarse un poco la lengua. Se quedó callado unos segundos y luego lanzó su pregunta cual francotirador escoge una bala fina antes de disparar a su victima.

- Desde que pasó eso que me comentaste. ¿Te has visto de nuevo con tu ex enamorado o se han frecuentado?.

Melissa se molestó, tomo su frente y se acomodó el cabello. Miró a Ramiro con furia, decepción, sentía que todo era una farsa. Así que respondió con un disparo más fuerte.

- Para tu calma, no. Eso quedó ahí y corté toda comunicación con él. Te lo conté porque no me sentía bien conmigo misma. A pesar de no hacerlo porque me gustó y prácticamente fue él quien lo hizo, sentía que te había engañado. Era una especie de...
- ¿Ataque Moral?
- Si, exactamente eso...
- Entiendo...
- ¿Cómo que lo entiendes? ¿Hay algo que me quieras contar?.

La última pregunta de Melissa hizo temblar a Ramiro. Su confusión ahora se reflejaba en el frío que le hizo estremecer no solo la nuca y en como sus manos se volvieron dos instrumentos los cuales no podía controlar. Entonces respondió:

- No. Quería hablar contigo de todo esto, me tenía algo intimidado en estos días y no sabía como decírtelo.

Ramiro dijo una media verdad una vez más, pero esta vez estaba seguro que era la última. Ambos se abrazaron y se prometieron no desconfiar el uno del otro. Dijeron frases trilladas de reconciliación de pareja. Se rieron y siguieron conversando de temas varios. De una u otra forma, sentían que se habían sacado un peso de encima por lo que todas las conversaciones fluyeron tal como los primeros días.

Ramiro acompañó a Melissa a su casa. Se dieron el beso más largo y tierno que hayan tenido en muchísimo tiempo. Él caminó y decidió dar por cerrado el tema de confusiones por lo que llamo a Pía para hablar con ella y acabar todo. Ella no le contestó.

Al día siguiente, como estaba relativamente cerca a la casa de ella, decidió a acabar con todo en ese mismo instante. No pensó y simplemente tomó un taxi y decidió visitarla por sorpresa. Llegó al departamento, toco la puerta y abrió Pía que estaba vestida en pijama aún cuando ya eran las 4:00 PM.

- ¿Qué haces aquí? Dijo Pía sorprendida y algo asustada.
- Necesitamos hablar. Ahora. Dijo muy decidido Ramiro.
- ¿Hablar? ¿ De qué?. Nosotros no hablamos...

Ramiro se sorprendió de la actitud de Pía y pudo escuchar ciertos sonidos dentro de su departamento.

- ¿ Hay alguien ahí?. Dijo Ramiro.
- ¿Vienes de la nada e insinuas que no estoy sola?. Lárgate quieres...
- ¿Todo siempre se trató de ti no?. ¿ Es tu supuesto "ex- enamorado"?. Qué facil resolviste tus problemas...
- ¡Cállate!, no es él...
- Entonces aceptas que hay alguien. ¿Lo conosco?.
- No, y nunca lo conocerás. Lárgate.

La curiosidad agobiaba a Ramiro por lo que puso su mano sobre la puerta y decidió abrirla un poco más a la vez que impedía que Pía la cierre. Fue en ese instante que todo cobró sentido, que efectivamente si había alguien más pero que ahora las llamadas solo en horas de la noche, las preocupaciones que solía tener Pía en fechas especiales y lo detallada que se había vuelto en asuntos del hogar habían tomado sentido. El rompecabezas de dudas de Ramiro al fin estaba terminado y pudo ver en ese instante lo que nunca podría olvidar: había un pequeño niño de aproximadamente 5 años jugando en medio de la sala del departamento de Pía. Todo se convirtió en silencio.

- Nunca quería que lo conozcas...

Fue lo único que atinó a decir Pía mientras no sabía realmente que hacer. Dijo esa frase con voz pausada y triste. Se sentía humillada, descubierta. Sumisa aún cuando su espiritu libre fue el que atrapó a Ramiro. Su suspiro y su mirada vacía complementaban la escena en la que Ramiro solo quedaba parado en la puerta y miraba como aquel niño seguía jugando. De pronto, el pequeñuelo lo mira y le sonríe. La tierna sonrisa del niño hace que Ramiro de pasos cortos en dirección hacia este,  tome un muñeco con el que el niño jugaba y decide preguntarle:

- ¿Como te llamas?
- Paolo
- Como el futbolista...
- Si, de grande seré como él.
- Eres muy decidido, ¿Cuantos años tienes?.
- Cinco, mi mamá dice que parezco de más.

Ramiro le sonrió y decidió volver la mirada a Pía quien estaba cruzada de brazos y en medio de su sonrisa se le salieron pequeñas lágrimas de felicidad. Cerró la puerta y solo atinó a decir:

- Ramiro, ¿Quieres que te prepare un café?.

Sus miradas cómplices se volvieron a encontrar pero ahora ya sin malicia ni deseo, solo con cariño del uno por el otro. Ramiro acento la cabeza y decidió seguir jugando unos minutos con Paolo. Pía cerró la puerta del departamento y decidió preparar el café, ordenar cosas en su sala llena de peluches además de sus ideas y lo que le diría a Ramiro quien, a esas alturas, había comprendido todo y cada uno de los detalles que lo habían llevado a ese punto.

*********

Lizbeth decidió invitarme a comer Makis. Nunca lo había hecho pero siempre me llamó la atención hacerlo. En una oportunidad me comentó como ella y sus amigas solían hacerlo después de la oficina y en como prácticamente se había vuelto adicta a este platillo.

- ¡Te va a encantar!. Me decía una y otra vez mientras estábamos en el taxi camino al restaurante.

Su emoción desbordante me dejó un poco mareado. Nunca antes había visto esa emoción en ella. Si bien ella era muchísimo más alegre que mi parca personalidad, su sonrisa transmitía demasiadas cosas que hacían que yo olvide todo y solo me concentre en sus expresiones y las historias locas que me cuenta. Había caído en el laberinto fascinante de su ser.

La comida, para serles sinceros, no me gustó demasiado. Lo que si me gusto fue la compañía de Lizbeth y en como supe que, después de tantas idas y vueltas, ese era el momento de asumir riesgos, de lanzarme, de tirarme a la piscina. Nada podía fallar: estábamos en un buen restaurante, estábamos riendo, las indirectas ya eran directas y ambos ya habíamos aceptado que pasaba algo. Solo teníamos que hacerlo oficial.

Decidí pedir la cuenta y caminar por los parques que nos llevan cerca de su casa. De un momento otro, mientras ella hablaba de un tema tan intrascendente como el último lío farandulero peruano. Me paré frente a ella y le dije totalmente decidido:

- ¿ Sabes que la pasamos bien. ¿No?
- Si. Ella respondió muy dubitativa.
- ¿Sabes que me agrada las cosas que me cuentas? ¿No?
- Si...
- Entonces...
- Si...
- Osea... ya sabes. ¿no?
- Creo que... no...
- Pues...
- Si...
- Osea...
- ¡Hay César! ¿ Porqué eres tan idiota?. Me dijo totalmente incómoda y harta. Decidió aventarse hacia mi, puso sus brazos alrededor de mi cuello y cual gacela que ataca a su presa, me dio un beso que prácticamente me quitó la respiración. 

- Ok, ¿Estamos no?. Me dijo mientras se reía en mi cara luego de besarme. Yo, entre sorprendido y risueño decidí responder.

- Si.

Nos reímos. Llegamos a su casa y nos empezamos a contar todas las dudas que pasaron en los momentos previos a decir las palabras. Nos burlamos de nosotros mismos y aceptamos, en medio de los escalones de la entrada de su casa, que ahora ya no eramos dos, sino uno.

*********

En un parque de Lince, Ramiro estaba sentado con Pía y veía como a unos metros, el pequeño Paolo jugaba con demás niños en medio de los toboganes.

- ¿Porqué nunca me lo dijiste?. Reclamó Ramiro.
- ¿Porque tendría que haberlo dicho?
- Es tu hijo...
- Si, y siempre será parte de mi.
- ¿Y su padre?
- No existe, no quiero hablar del tema...

Ramiro se sorprendió y deseaba que ella confiase en él y le cuente todo. Sin embargo, sabía que en esta vida hay cosas que se pueden querer pero nunca obtener por lo que su deseo de conocer la historia de Pía se hacía cada vez más lejano. De pronto, ella aceptó dentro de si que no andaba bien todo y decidió responder a Ramiro.

- Me abandonó. No sé donde está y la verdad no me importa. Paolo es quien me impulsa avanzar, ¿sabes?. El día que te conocí fue una de esas casualidades en la que mi madre se encargó de cuidarlo. Tu ternura, Ramiro, me hace ver que hay buenas personas todavía aquí. Que mis errores son eso, errores, y que tu forma de ser debe simplemente fluir. Soy tóxica para tu vida, no deberías estar aquí...

Pía soltó otra vez lagrimas mientras intentaba disimularlas con sonrisas improvisadas mientras saludaba a lo lejos a Paolo. Ramiro la abrazó y solo atinó a decir:

- Siempre estaré aquí. Recuerdalo, seguiré mi vida pero quiero que en ese camino, tú estés ahí acompañándome.

Pía sonrió y le dio un beso en la mejilla. En aquella banca de aquel parque, mientras Paolo regresaba ya para irse, Ramiro y Pía habían encontrado de la forma más inusual un vinculo que jamás se podría destruir. Los tres regresaron a casa, Ramiro se despidió tiernamente de Paolo y Pía antes de cerrar la puerta lo detuvo y le dijo:

- Mañana ven a esta hora, quisiera que me acompañes a llevar a Paolo a sus clases de Karate.

Ramiro le sonrió y aceptó la propuesta. Pía corrió y le dio un fuerte abrazo dándole las gracias por haberla comprendido y por querer seguir ahí con ella. Ellos decidieron acompañarse, comprenderse y aconsejarse. Decidieron ser amigos.

Al día siguiente, Ramiro llegó al departamento y empezó a tocar la puerta. Un señor muy amable decidió acercársele:

- Hola joven.
- Buenas noches señor. 
- ¿Busca a alguien?
- Si, a la señorita del departamento. Estoy tocando y parece que no está. ¿Sabe si salió o algo?.
- La señorita de ahí me comento que vendría alguien a visitarla y me dejo un recado. Creo que debes ser tú, te describió tal cual.
- ¿Recado?
- Si, esta carta. Ella se acaba de ir. Ayer en la noche llevó sus cosas y en la mañana se despidió de todos.
- ¿Se fue?
- Si, se le veía muy apenada...
- ¿ Dijo adonde?. Reclamó Ramiro.
- No, solo se fue. En fin jovencito, aquí le dejo el encargo. Cuídese y que tenga buen día.

Mientras el amable señor le entregaba la nota y extendía su mano con la misma. Ramiro la tomó lentamente y sentía un vacío abismal dentro de él. Al abrir la nota, leyó con atención aquel corto y directo mensaje:

"El día que te llamé, era para decirte que vengas aquí y te quedes conmigo. Quería que conozcas a Paolo y que, de una forma extraña, despedirnos de una buena vez. Hoy me voy muy lejos de aquí y es por mi bien. Te prometo que volveré y que las promesas que hicimos ayer se cumplirán. Te quiero demasiado y quiero que me prometas que amarás a Melissa con todas esas ganas locas y puras que tienes. Eres increíble Ramiro, nunca cambies. Cuídate demasiado. Sé que nos volveremos a encontrar, y si no, yo te encontraré.
Hasta Siempre.
P."
Ramiro sonrió y aceptó que, una vez más, Pía le había enseñado la importancia de vivir la vida y arriesgarse. Salió del condominio y decidió buscar a Melissa para darle el abrazo y beso más largo que ellos hayan tenido. Guardó la nota sigilosamente en su pantalón y decidió hacerle caso a Pía: amaría a Melissa con todo su ser.

Aveces, las historias suceden en un día, en una hora o en un minuto. Yo decidí vivir la mía con Lizbeth; Ramiro decidió vivir la suya con Melissa y Pía decidió vivir lejos de todo con su adorado Paolo. Vivir, de eso se trata todo. Amar la trama sin importar el desenlace ya que la vida no es color blanco ni negro, todo tiene matices grises.

Cambio y Fuera.


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