El lugar de los secretos



Después de los taxistas, son quizás aquellos feudos cuidadosamente adornados los que más conocen en cada rincón el apasionado ser de parejas y/o aventurillas del momento en nuestra querida capital. Algunos adornan principales avenidas con sus coloridos mensajes ofreciendo sin pudor los precios y beneficios de su hospedaje así como hay otras, mucho más discretas, que indican con banderillas o carteles con una "H" (y unas sigilosas estrellas que no pasan de ser 3) que la zona para el confort está lista y que todo se resume al tomar decisiones. No son sutiles y no pretenden serlo, simplemente aparecen ya que hay una considerable legión de usuarios que se escabullen entre los caminos sigilosos de la tranquilidad y el placer a tener en unas cuatro paredes la libertad necesaria que no ofrece, curiosamente, su mismo hogar.

Recuerdo la primera vez que intenté ir a uno y dije sin pudor aquella invitación barata del "vamos a un lugar más cómodo" a mi compañera de aquel entonces. Sus ojos lagrimosos de decepción generalizada que era canalizada en una fuerte cachetada (que duele hasta hoy) deseando llegar a su casa a dormir olvidando tan funesto acto. Algunos días después, fue curioso el abismal cambio de opinión sobre el tema (cual político en campaña electoral) y como sin tapujos un aventurero acto se volvió una costumbre semanal como ir al cine o tomar algo.

La confianza que se va tomando para entrar a estos lugares pasa por un momento a ser desvergonzada, (al menos) para un hombre, quien entra al lugar con la cabeza erguida sin mirar a nadie a su lado. Caso más complejo es para las damas que, en una sociedad abiertamente machista, camina con disimulada celeridad y deja caer parte del cabello para que tape parte de su rostro haciendo un amague entre acomodárselo con sensualidad a protegerse de juiciosas miradas de personas que no conoce pero tampoco quisiera conocer.

¿Cómo no podría mencionar en este post a aquellos lugares del distrito limeño con nombre felino?  o aquellos que están por avenidas tan transitadas como Angamos, Aviación y Benavides sin dejar de recordar a algunos más escandalosos como los que se encuentran en lugares tan transitados como "La Bolichera", "Plaza Norte", "Marimon" (en San Miguel) o alguna calle Barranquina. Testigos en primera fila de jornadas loables como decepcionantes. En hazañas olímpicas como en aburridos infortunios.

Son quizás esas camas las que conocen con mucho mejor detalle nuestras fantasías que aquella en la cual descansamos día a día. Es que aquel fortín de libertinaje sexual no se exhume de agradables personajes que permiten que la figura sea completa. Una pintoresca recepcionista que entrega las llaves, controles y da indicaciones sin mirarte, un agradable muchacho de los quehaceres que es muy probable que haya mirado y/o escuchado cosas que no haya deseado saber complementando sus labores con configurar la TV o arreglando el aire acondicionado para unos despistados huéspedes.

No importa si el presupuesto es poco o es mucho, la comodidad puede pasar a segundo plano si es que el deseo nubla el juicio. Lo que no es negociable son los eternos e incómodos minutos al esperar el ascensor para ir a otro piso y como un silencio sepulcral desafía tus ideas.  Aún así, eso no se compara al estar en ese mismo espacio con otra pareja haciendo el viaje mucho más complejo de lo que ya es. Estoy más que seguro que todos debemos tener una experiencia desagradable en algún lugar que ya ha pasado de ser un trauma a una jocosa reseña en el íntimo circulo de amigos. 

Mientras escribo esto y paso por una conocida avenida por donde las ciclovías me permiten transitar, se aprecia como una pareja de calenturientos muchachos entran raudamente a cumplir su propósito. Es en ese momento que hago un pequeño pero no menos importante cruce de miradas con el joven emocionado quien, con temerosa sorpresa, queda en silencio y estoico. Una caballeresca venia es la señal para que, quien alguna vez estuvo en alguna de esas situaciones, de el pase a una nueva generación de aventureros.

Hostales, tan popularmente conocidos como "telos", son los testigos de nuestra naturaleza humana más real y quienes nos desnudan (irónicamente) en nuestras simples y más vulnerables formas de ser.

Cambio y Fuera.

Comentarios

  1. Tal cual como explicas, eso me hace recordar la "decoración" minimalista, huachafa, o rococo, según el lugar, y presupuesto, sin olvidar sus espejos en ángulos estratégicos.

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    1. Lo de los espejos es un tema totalmente de fetiche de algunas personas. "Hay de todo en la viña del señor" jajaja. Gracias por comentar. ¡Saludos!

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