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Escribe sobre nosotros

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  Algunos dicen que este es el invierno más fuerte que haya pasado en Lima en más de 50 años; sin embargo, me tomo la molestia de discrepar enérgicamente con tal afirmación. No porque sea ajeno a la sensación de que se me congele la nariz o la típica humedad limeña traspase hasta mis huesos, sino porque nada se compara a tu presencia que abriga aún cuando no estás presente logrando que aún este feroz clima sea solo algo pasajero. Admito que ahora mis días de semana ya no tienen mucho sentido porque ya no estoy a la expectativa del día que te pueda ver, caminar juntos, reír, entrar a un cuarto, besarnos, arañarnos, mordernos apretarnos, sentirnos, cansarnos, abrigarnos y dormir. Admito también que aún con todo lo bueno que pueda detallar en este texto eres quien más me ha hecho llorar, que has estrujado mi corazón cual papel initulizable y lo has exprimido hasta dejarlo seco, pero que por alguna razón siempre volvía a recuperarse para seguir y creo, si la memoria no me falla, que lo s

Ringo

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Aquel 17 de diciembre del 2007, una bola de pelos estuvo en la palma de mi mano. Solo hace un par de semanas acababa de nacer aquel peludo compinche el cual me hacía sentir ridículamente feliz. Lo miraba, lo puse en una caja y me llenaba de ternura el cómo se estremecía de frio. Al no saber cómo alimentarlo, puse un pequeño táper con leche y pan remojado para alimentarlo. Lo comía de a pocos, pero al menos lo estabilizaba. Al llegar el verano, y al ser uno de los últimos que disfruté en su totalidad, me gustaba meterlo a escondidas a mi cuarto y jugar con él en mi cama. A mis padres nunca les gustó que Ringo entrase a mi habitación a dormir o pasar mucho tiempo al considerar que era un espacio que necesitaba mantener cierta armonía y limpieza. Aun así, con mucha creatividad de por medio, el peludo compañero y yo nos la ingeniábamos para romper las reglas y que este se divierta hasta en la sala. Conforme el tiempo pasaba, aquella bola de pelos fue creciendo más y más, las travesuras y

Demasiado bueno para rendirse

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Desde hace meses, lo más bonito de mi semana se volvió una hora de los martes y ahora es la primera de mis sábados. No necesitaba prepararme mucho, solamente tenía que estar con mis cinco sentidos ahí, en ese instante, en ese todo y nada. Estar presente para poder conectarme conmigo mismo. Recordaba aquellos años maravillosos, los sucesos más loables, las proesas más emocionantes y los fracasos más dolorosos. Conectaba mi presente con el pasado para poder entender lo que me depara el futuro. Conjugaba mi corazón con mi cerebro, mi piel con mi sentir, mi alma con materia. Respiraba y era conciente de ello. Admito que la mejor sensación es la de no sentirse solo. Y es que hay una enorme diferencia entre estar solo y sentir la soledad ya que la segunda es más dolorosa al no ser una elección. En el caso de la mayoría de hombres, estar en soledad es algo más usual de lo que parece. Es tan normal que forma parte de nuestro día a día, no nos damos cuenta y no debemos quejarnos de ello porque

Abre los ojos

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¿Y eso te hace feliz? Pregunta su psicólogo al buen Fernando que queda en silencio por no saber que responder. Se vienen flash de imágenes de sonrisas en su cabeza. Días soleados en medio de viajes cortos, un escape a hoteles en medio de la noche, sábanas blancas en dónde al final toda la imagen queda completada con la mano de Fiorella sobre su rostro antes de darle un beso. Aquellos dulces besos que habían alegrado hasta los miércoles más intrascendentes. Habían pasado casi dos años desde que decidieron unir sus vidas. Para algunos es una cantidad considerable de tiempo, para otros, más experimentados, es una nada. En algún momento, en ese largo trayecto, en medio de la imperfección que implica el ser feliz, algo había cambiado. Él no era ajeno a esos cambios, sentía el bajón, el aburrirse estar con ella por largos periodos de tiempo, pero de una u otra forma, acepta que ninguna otra actividad podría hacerlo sentir mejor. Quería dejar de hacer algunas actividades con ella, pero al ver

En algún lugar

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Lo malo de volver a la soltería en tiempos pandémicos es que no solo te enfrentas a la nueva realidad que esta crea, sino a que tu misma percepción de la realidad ya es diferente en las actividades sociales que solías realizar. Asimismo, hay un factor adicional que no es menos importante como es la edad: no es lo mismo estar soltero en la efervescencia de los 20's que en los reflexivos 30's. Por consiguiente, digamos que a mi todo esto me ha caído como un fuerte golpe en la cara de un boxeador borracho, sin guantes, con la mano mojada y con odio. Se entiende, ¿no? Lo primero es como sobrellevar al escarnio de las preguntas por la persona ausente. Aquellas interminables reuniones amicales, familiares o hasta virtuales en dónde antes ponías mil excusas para no ir, pero ahora vas con toda la paciencia del mundo a fin de despejarte de dicho tema. Sin embargo, se termina volviendo en todo lo contrario ya que el "¿Y qué fue de la vida de...?" se hace la comidilla de la reun