Abre los ojos


¿Y eso te hace feliz?

Pregunta su psicólogo al buen Fernando que queda en silencio por no saber que responder. Se vienen flash de imágenes de sonrisas en su cabeza. Días soleados en medio de viajes cortos, un escape a hoteles en medio de la noche, sábanas blancas en dónde al final toda la imagen queda completada con la mano de Fiorella sobre su rostro antes de darle un beso. Aquellos dulces besos que habían alegrado hasta los miércoles más intrascendentes.

Habían pasado casi dos años desde que decidieron unir sus vidas. Para algunos es una cantidad considerable de tiempo, para otros, más experimentados, es una nada. En algún momento, en ese largo trayecto, en medio de la imperfección que implica el ser feliz, algo había cambiado. Él no era ajeno a esos cambios, sentía el bajón, el aburrirse estar con ella por largos periodos de tiempo, pero de una u otra forma, acepta que ninguna otra actividad podría hacerlo sentir mejor. Quería dejar de hacer algunas actividades con ella, pero al verla tan feliz en medio de ese concierto de risas y homenaje al compartir, se desvanecía la sensación en segundos.

Sin embargo, la facilidad que tienen las mujeres de mostrar su disconformidad cada vez era más obvia. Era como aquella escena de "500 días sin ella": caminar por medio del centro comercial, sonreír juntos y, luego de un cambio en la escena para generar mayor contraste, pasan por el mismo lugar, pero ella quita suavemente su mano del protagonista, ya no le continúa las bromas, la escena se cambia a un color más pálido y la sensación de no saber que pasa se hace más evidente.

¿Y eso te hace feliz?

Vuelve a sonar la pregunta en frente de él, pero ahora esta es dicha por su mejor amigo que lo mira en medio de ese bar con las paredes llenas de arte urbano, música del momento y una cerveza artesanal en ese gran bloque de madera que es la meza. La enamorada de Adrián, su amigo, presenciaba el acto y lo miraba con pena, pero también con hastazgo por como él explicaba con detalles entiendo el panorama, pero también contradiciéndolo con los más fervientes argumentos.

Cómo si fuese una película, todo se pone en pausa: los autos que pasaban por el bar, los protagonistas dentro del mismo, la música que adornaba y solamente se termina apreciando el silencio. En eso, Fernando mira a la cámara, rompiendo la cuarta pared, te mira fijamente y dice:

Ya lo intenté todo. Siempre creí que hacía cosas por ella, pero creo que las hacía por mí, para sentirme bien, para saber que esa parte sensible, correcta y real es parte de mi día a día y no ha desaparecido ni tiene que desaparecer. Creo que ya me cansé de enseñar con el ejemplo, como se debieron de aprender las cosas por las cuales ella ahora tiene miedo, de hacerle entender que no todo en el mundo está perdido, que la calma es algo simple de encontrar, que la paz que sucede al estar juntos no es casualidad, que el silencio que se forma al mirarnos de frente no es una anécdota, que su sonrisa se hace más grande y brillante cuando siente mi mano en su mejilla, que su respiración y mirada se acelera cuando le digo las cosas que pienso de manera firme y que veo como ella quiere formar parte de ello. Sin embargo, es ella misma la que se deja vencer por los miedos, ella misma se golpea para hacerse daño, es ella misma la que dinamita las opciones, es ella la que actúa como alguien que no es, pero que equivocadamente cree que si. Lamentablemente, es ella la que se esfuerza en no tener lo que dentro de ella quiere, lo que su cuerpo y conciencia reclama, pero se vuelve débil a propósito siendo el ser más fuerte que he podido conocer.

Fernando regresa a su sitio en silencio, deja de verte a ti que lees este texto y vuelve a su meza para mirar a Adrián y su enamorada. En ese segundo todo vuelve a la normalidad, el tiempo vuelve a correr y todo fluye. Es ahí que el buen Fernando mira a su inseparable compinche y decide responder su pregunta:

No lo sé.

Adrián lo mira tiernamente, como si tuviera al frente a un perro perdido en medio de la ciudad en su primera incursión:

¿Realmente no lo sabes o si lo sabes y no lo quieres decir?.

Fernando con voz resquebrajada solo atina a decir:

Si. Lo sé.

Adrián toma la mano de su amigo y hace que su novia le tome la otra para que él las apriete y pueda sentir algo de calor en medio de esa fría noche simbolizando la unión, la comprensión y el hacerle saber que no está solo. Es entonces en dónde la novia de Adrián lapida la noche con sus palabras:

Tú quieres que ella abra los ojos, pero resulta que tú, a tu manera, también los tienes cerrados. Ojalá ella los abra, pero si esperas a que suceda, vivirás mucho tiempo en esa condición. De ti depende.

Luego de terminar sus tragos, Fernando acompaña a Adrián y su novia a su departamento que está muy cerca de dónde estaban bebiendo. Él se despide afectuosamente con un fuerte abrazo a ambos y decide ir a su casa apreciando el silencioso paisaje de las calles limeñas húmedas producto de la garúa. Al final, se terminó quedando con la misma pregunta, pero esta vez decide romper nuevamente la cuarta pared y te mira fijamente:

Y eso en lo que piensas, ¿te hace feliz?. Solo si enfrentas los miedos y te arriesgas lo sabrás. Abre los ojos.

Cambio y Fuera

NOTA: Esta es la canción del post. La versión en español la puedes encontrar en aquí (Link)

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