Mi Superhéroe


Mi superhéroe no usaba capa ni tumbaba edificios. No era más rápido que una locomotora, ni más noble como una lechuga, ni su escudo era un corazón. Era un hombre de carne y hueso que poseía el don de la risa.

Mi superhéroe poseía una cabellera blanca y ojos claros, una pose erguida e hidalga; una sonrisa que contagiaba a cualquiera y una sinceridad que desearían tener muchos. Era de las personas que trataba bien a todas, desde la monja de la iglesia hasta el señor que vendía helados.


Mi superhéroe no se amilanó contra nadie. Pero como todo superhéroe, tuvo un punto débil y al perder la primera batalla se rindió y terminó por perder la guerra.

Mi superhéroe se bañaba con agua fría a las 6 de la tarde y salía a descansar en su mecedora hasta las 8 para luego comer un poco e irse a descansar.

Cuando quería engreír, lo hacía de tal manera que quedabas totalmente satisfecho
. Cuando quería llamarte la atención lo hacía de manera simple, directa, pero sin hacerte sentir menos que él.

Mi superhéroe llevaba una "M" en el pecho y caminaba una calle empinada con sus nietos para comprar el pan los sábados en la tarde.

Mi superhéroe nos dio esa imagen de ser invencible al cual nunca vi llorar. Mi superhéroe era de otro planeta y se tuvo que ir para nunca más volver. Sólo dejó una mesa de cedro llena de libros y una calculadora azul de grandes botones. Un sombrero de mariachi que le entregaron a una visita a México, el cual nunca abrió y lo dejó colgado en la pared. Ahora ese sombrero descansa en mi sala.

Mi superhéroe puso la primera piedra para que sea el hombre que soy y nunca tuve la oportunidad de darle las gracias. No pude ayudarlo la única vez que necesitó ayuda y devolverle un poco de lo inmenso que hacía mí.

Mi superhéroe era de carne y hueso y se llamaba Manuel Sánchez Sánchez. Todos lo conocían como "El colorado" y se fue volando con las alas del ángel guardián que será ahora y con su eterna sonrisa.

En un lonche de nuestras últimas tardes, sonó en aquella vieja radio una canción cantada por Leo Dan que te tenía totalmente indiferente. Sin embargo, al él cantar una pequeña frase, te pusiste a llorar:

"Tienes que quererte un poco más y aprender a caminar hacia los años
viejos"

Tal vez al escuchar esa frase, fue cuando aceptaste que el poder se te había terminado, ahí mi superhéroe afrontó la penosa realidad que volvió a ser humano. Fue la única vez que estuve a su lado y me puse a llorar con él.

Hasta luego, terminaré de hacer unas cosas por aquí y te daré el alcance en algún momento. Adiós Papá Manuel.

Cambio y fuera.


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