Vagabond

Cuando tienes 23:

En estos días, todos empiezan a  hablar del amor, de las historias lindas. Aparecen corazones por doquier, peluches, rosas, promociones en restaurantes y hasta en hoteles (no hay que obviar tan importante lugar). Todos se abrazan, se visten de abejitas y sacan su cesta de paja llena de margaritas tirándolas por el aire gritando a los 4 vientos su nuevo camino de vida y en como esa persona la ha transforma convirtiéndola en "alguien mejor". El virus corrompe a todos y los mensajes en Facebook, Twitter, celulares y una larga lista de mensajes cariñosos invaden nuestra visión. Todo está bonito, se respira paz producto de suspiros, y todo se vuelve de color rojo intenso. Es ahí en donde agarro lápiz y papel y me pongo a observar para luego escribir.

Hace tres años y tres días estaba sentado en una banca de mi jardín tomando unas cervezas con Diego (así se llama mi "amigo entrañable"). En aquella conversación, le comenté que me gustó lo que había escrito en su recien inaugurado blog (que a la larga sería lo único que escribiría) y en como yo tenía pensado crearme uno. Tras una larga conversación, él me terminó de convencer de que la idea de un blog no era algo desquiciado y que si tenía material para escribirlo, pues que lo haga. Además, a mi me gustaba escribir.

Para empezar, no detesto el Facebook ni las paginas de redes sociales, las considero a ambas páginas  muy útiles para enterarnos de las cosas del mundo y así estar conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor. Es más, tengo cuentas en ambas páginas y he tenido oportunidad de enterarme varias cosas mediante ellas. Hasta ahí, todo bacan.

Hace unos 11 meses, estaba sentado frente a esta misma computadora y pensaba si debía seguir escribiendo. Si bien poco a poco ya me sentía más tranquilo por algunas cosas malas que  ya pasaron, el año empezó muy bien para mi. Como jugando las ideas retornaron a mi mente y las historias fluían una y otra y otra vez hasta plasmarlas en unas cuantas lineas para que sean compartidas con ustedes.