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Entre juguetes y sueños

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Cuando eres niño pasan muchas cosas alrededor que no te das cuenta. Puede ser un capítulo importante de la historia de tu país, familiares que se han ido alejando u otras tantas que no comprendes y decides no querer saber nada. Un mar de situaciones pasan a tu lado y navegas en aquellas aguas turbulentas de tu infancia en un barco de travesuras acompañado de un grupo de amigos y juguetes como tripulantes que amenizan tus largas tardes de entretenimiento al haber terminado tareas escolares. A pesar de tener una gran casa y usar diversos juguetes que se complementaban con los heredados de mis hermanos, siempre me preguntaba porque mi padre no estaba ahí la mayor parte del día y solo lo veía minutos antes de que me vaya a dormir. Él llegaba alrededor de las 9:00 PM, entraba a mi cuarto y saludaba a mi hermano y a mi para luego bañarse, cambiarse y quedarse en la cocina con mi mamá conversando mientras cenaba para finalmente irse a descansar y así iniciar a la mañana siguiente otra larga j

La segunda vez si puede ser mejor

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En el mundo del cine actual, el realizar segundas partes se ha vuelto casi una costumbre porque existe un público ya ganado, por el gran éxito comercial de la película original o porque sencillamente se decide apostar por mejorar la trama y ofrecer una nueva fórmula. Sea como fuese, todo esto termina siendo un negocio y actualmente los estudios miden el éxito de una película en un concepto 75% monetario y 25% en la calidad del mismo haciendo que el producto ofrecido (en la mayoría de casos) sea intrascendente. Sin embargo, hubo un tiempo en donde esta proporción era más equitativa por lo que algunas secuelas terminaban por confirmar el legado de películas extraordinarias. Sin muchas vueltas, he aquí una pequeña lista de estas grandiosas excepciones: 1.- El Padrino: Parte 2 La última escena de "El padrino" era tan impactante que sellaba de manera grandiosa una obra maestra del cine ( La puedes ver aquí ). Actuaciones perfectas, un gran elenco, música tenebrosamente incriminado

La Figura

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FunkoPop de Rivers Cuomo (Vocalista de Weezer) Confieso con frágil sensibilidad que extraño mi sitio en el lugar de trabajo. Extraño el caminar por los pasadizos y saludar a quien pase. A mis compañeros al lado, a las risas entre coordinaciones, el caminar hacia el sitio de mis amigos de otra área, darles un fraternal abrazo y reírme con ellos. Extraño subir las escaleras y saludar a mis compañeros de equipo, el acercarme donde mi jefe y conversar de un tema laboral por unos minutos pero siempre desviarnos del tema para reírnos de cualquier cosa y que me diga “siempre termino hablando tonterías contigo” . Sin embargo, también confieso que estos seis meses (que posiblemente sean seis más) también me han enseñado a apreciar aquellos momentos que dejaba ir y ahora disfruto. El poder volver almorzar con mis padres todos los días, el ver la TV con mi viejo y reírnos de las increíbles historias inventadas por políticos para justificar dudosos actos (ahora entiendo porque JB tiene dos progr

Pequeña observación

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[Versión original publicada el 04.11.2012] Cada día al despertar, la mayoría de personas se miran al espejo y antes realizar alguna actividad cotidiana, inconscientemente lo primero que se fijan son sus fallas y lo que deben mejorar desde el punto de vista físico o hasta realizan un momento introspectivo que les permita materializar sus fallas en el plano intelectual. En mi caso, partiendo estrictamente en lo físico, lo más llamativo no sería algún problema excesivo con mi peso o algo originado por un accidente. Todo se reduce a un "pequeño" pero gran detalle: mi estatura.  Si usted se imaginaba que el muchacho que escribe estas historias es alguien que pasa 1.65 m., lamento profundamente decepcionarlo ya que se equivoca completamente. Yo soy chato, o como usted prefiera llamarlo: corto, chatín, enano, pulga, criatura, liliputiense, reducido, Tarzán de maceta, pulgarcito, duende, niño, pitufo, chiquitín, microbio, pegado al suelo y demás ingeniosos calificativos que se

La asombrosa travesía de un último baile que no se dio

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Pedro llega muy tarde al matrimonio de su amigo Andrés y se sentía algo avergonzado. Sus amigos están reunidos en la mesa y se da cuenta que todos estaban emparejados. Usaba aquel terno que solo se lo ponía para las entrevistas de trabajo ya que no tuvo dinero para comprarse otro. Con mucha suerte, solo alcanzó a comprar aquella camisa blanca y una corbata azul las cuales combinan perfectamente y lo hacían ver relativamente decente. Se sentía algo aburrido y si bien los demás chicos estaban motivados, decidió caminar hacia una pequeña barra instalada en la esquina izquierda y así empezar a tomar algo suave mientras miraba cómo la gente bailaba en plena "hora loca" entre pica pica, corbatines de tela, gafas de plástico y demás chucherías al sonar el único éxito de un grupo improvisado peruano llamado "Los Borgia". En ese mar de situaciones, en esa incontrastable variedad de matices de personalidad adornadas de corbatas prestadas, ternos nuevos que estaban siendo