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Minimalismo (o algo muy cerca de serlo)

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Alberto se emociona al leer nuevamente la respuesta de Karen en aquella notificación color verde que aparece en su celular: - ¡Buenazo!, nos encontramos allá. Hace unas semanas coincidieron en una aburrida reunión de un amigo en común en donde este inauguraba su departamento. Ninguno de los dos fue con expectativas, pero esta sensación era más evidente en Alberto quien hace casi tres años había terminado una larga relación por lo que los temas amorosos, románticos y hasta perversas y despreocupadas jornadas sexuales le habían hastiado un poco. Quería avanzar y sabía que no necesariamente más personas y más lugares contribuían a en ello. Ahí, en medio del olor a cigarro, sonido de botellas, vasos con chilcanos y con una meza llena de queso ya que todo el mundo se acabó el cabanossi, apreció la silueta de Karen, despreocupada muchacha pero de sutil y cadencioso andar que demostraba en su forma de hablar su inteligencia y belleza. Quizás los principales atractivos que, a determinada edad

La chica de ensueño

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En aquel entonces, a Susan no le interesaba tanto la moda sino el verse bien de una manera simple, práctica y muy femenina. Su profesión de arquitecta le hacía ver las cosas desde un punto de vista estético, ordenado, creativo y su trabajo de diseño de interiores le hizo descubrir el deseo de que todo sea visiblemente perfecto y llamativo. Descubrió su amor por la moda en toda su magnitud. Fue precisamente este deseo el que le abrió las puertas para una conocida revista que es leída en sectores sociales elevados. Cambio su rutina, su círculo de amigos, el tipo de vestimenta, sus comentarios y percepciones sociales y hasta algunas expresiones para hablar. Pasó lo que a todos nos pasa al tener un trabajo, a decir verdad. Joaquín era un estudiante de derecho que negaba que su familia estaba pasando por un momento difícil en lo económico y se rehusaba a aceptar que trabajaría en vez de estudiar. Le gustaba la misma música que Susan y eso hizo que conversen por celular por largo rat

En el tendedero

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Gabriel revisa su celular para quedar con Carla, aquella chica con la cual ha ido saliendo desde hace un par de meses. Se alista sin mayor expectativa, llega al bar, toman algo, ya no hablan mucho, ella inventa una excusa para llamar su atención y se decepciona de la parca actitud de su acompañante. Quiere preguntarle pero no puede. "No dramas" fue el acuerdo inicial que sentenciaba el vivir el momento, no recordar lo de ayer así haya sido bueno, no imaginar un futuro porque este no existe, no planificar, no actuar, solamente hacer. En cierta medida, eso estaban "haciendo". Tenían un muy buen sexo, lleno de situaciones risibles, satisfactorias, ardientes y jocosas. De aquellas que van acompañadas de traviesas sonrisas, mordidas deseosas y sudorosas sensaciones terminadas en algún lugar del cuarto que no necesariamente sea la cama sino que van desde el baño hasta en la cornisa. Se sentían físicamente pero no de alma. Sensación semi complaciente en tiempos actuales. &

Escapar

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¿Qué es lo que pasa en mi cabeza en este momento? ¿Porqué mientras siento todo no siento nada?. Mientras ella descansa en mi pecho me siento totalmente completo estando vacío por entregarlo todo. Aclaro que no hablo de esos vacíos que duelen, los que carcomen el sentimiento, sino de los que te reconfortan, de los que duran minutos y, en cuestión de unos cuantos más, renacen al apreciar como sube su mentón en tu pecho y te sonríe de manera simple.  No recuerdo exactamente cómo empezó. Lo más probable es que inició caminando por aquel malecón, quizás en algún sorbo de una cerveza artesanal, bailando en medio de la calle o en el hablar sobre alguna historia profunda de nuestras vidas. Lo que sí tengo por seguro es que se consumó con una sonrisa, puede haber sido una más tímida que las que se dan últimamente, pero sonrisa al fin. Y es que es aquel gesto simple y sincero el que remueve las ideas entrelazadas (desde las más serias hasta las más inverosímiles), pero todas con el mismo destino

El juego más difícil de aprender

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Javier es un amigo de la universidad. Compinche de juergas, de aquellas escapadas a mitad de semana a un "chupódromo" cerca del centro de estudios para escuchar música del momento mientras la cantidad de botellas hacían que el paisaje de una mesa de madera circular sea más agradable y de señales de una cada vez más fortalecida amistad. Nuestros, para ese entonces, veintitantos años (que con suerte estaban cerca de la mitad de dicha década) fueron el nexo y momento ideal para que sucedan esas incontables experiencias. Nunca perdimos contacto por lo que después de unos larguísimos 9 años llenos de algunos almuerzos, conversaciones y uno que otro "reencuentro" con las viejas amistades,  aquel buen muchacho de larga estatura decide casarse. El lugar elegido fue en una hacienda a las afueras de Lima que estaba cuidadosamente organizada para este tipo de eventos. Asimismo, un familiar de la novia se había encargado que hubiese buses prestos para el traslado desde la igles