Cuando cierras la puerta
El ver como saludaba a la cámara ya no me inmutaba. Aquella sensación de alegría controlada que era reflejada en una sonrisa mientras veía sus fotos, ya no estaba. Atrás había quedado la sensación de esperarla, de aguardar con tonta esperanza su salida para tener unos minutos de conversación de los que, supuestamente, las cosas fluían y uno saca sus conclusiones o un pedazo de valiosa información que pueda ser usada en el futuro. Esa inexplicable sensación de querer ir en contra imaginándote que eres un salmón cuando simplemente eres un pez payaso. Sigo mirando y siento frío, y no solo es por el clima, es porque mi mecanismo de autodefensa ha sido activado y mi frialdad y dureza en comentarios serán el bastión de mi decisión. Esa decisión que es alejarme y dejarte esperando que analices las cosas por ti misma. Tus gestos me siguen pareciendo infantiles pero ya no tiernos; tu voz suena dulce pero desesperante y tu actitud es simple pero cortante. Curiosamente, tú pasas por una